Desde que en 2005 el pediatra Eduardo Lorenzo Borocotó saltó de las filas del macrismo a las del kirchnerismo sin escalas, los pases de figuras en la política argentina tienen nombre: ‘borocotización‘. Igual, en San Juan y mucho antes, hubo casos que algunos tildaron de, al menos, dudosos: el primero se dio inmediatamente después del regreso a la democracia. Fue cuando el partido bloquista, en una sesión secreta echó de la Legislatura a las ex diputadas Mónica Sueldo y Sari Luz Díaz Lecam por ‘indignidad partidaria‘. Les achacaron haber armado bloque aparte.
También los pasillos de la Cámara de Diputados recuerdan a Ricardo Farías, el veinticinqueño, quien dejó el bloque del PJ cuando amagó con ser el candidato a vice de Roberto Basualdo. Toda una experiencia.
Pero casi con seguridad, el mayor antecedente pudo ocurrir en el período legislativo 2003 – 2007 cuando el basualdismo ingresó con 10 diputados y terminó con 7. Este recuerdo todavía persigue al senador. Él lo sabe y casi que lo confiesa. En una entrevista en Radio Colón ayer (ver página 13) y ante tantos abandonos, Basualdo abría las manos y decía: ‘Ya me quemé, pero no me queda otra que confiar‘. Pero no fue esa su frase más preocupante. ‘Seguramente tentarán a nuestros intendentes‘, fue la revelación. Basualdo, aunque no lo confiesa públicamente, tiene temor de perder nuevamente a sus dirigidos. Ganó 4 municipios, unos 38 concejales, una banca en el Senado y 5 diputados. Mucho capital que le costó años conseguir. Capital que va a tratar de conservar; él sabrá el costo que está dispuesto a pagar.
Asimismo, estas cosas nunca dependen de un actor. Para un soborno, mínimo se necesitan dos personas, en estas experiencias, también. En el Gobierno dicen que hay dos figuras que corren con la simpatía de Gioja, que están con el legislador: José Castro y Marcelo Orrego. Ambos intendentes electos. El primero es de Angaco, y el segundo, de Santa Lucía. Orrego hasta ha logrado hacer buenas migas con dirigentes muy cercanos al Gobernador. Las mismas fuentes aclaran que tiene la suficiente entereza como para soportar tentaciones externas (al menos por ahora). El caso de Castro es distinto. Aparentemente ya hizo llegar señales a Casa de Gobierno. En ese edificio recibieron el mensaje, pero guardaron silencio. Gioja por ahora dijo no, pero nadie niega que puede tener el dato anotado para tratarlo después, cuando Castro empiece a sentir el rigor de la gestión en un municipio chico.
Para colmo de males, en las tierras de Castro hay más ejemplos, incluso, en el peronismo. La Junta Departamental del PJ pedirá la expulsión de la concejal Cira Verón. Dicen que trabajó para el flamante Intendente del basualdismo en la campaña pasada. Y que apoyó la remoción del Presidente del Concejo Deliberante y la secretaria, ambos justicialistas. Por si había dudas, Castro confirmó que a Verón la cuenta entre sus seguidoras. Ahí ya no quedaron dudas.
Pero hay más. El renunciado ex director de Desarrollo Sustentable del Ministerio de Minería, Franklin Sánchez, al perder la posibilidad de ser candidato a intendente de Jáchal por el oficialismo, tentó al basualdismo para competir igual con ese color político, pero el propio Basualdo dijo no. Y la lista sigue. Luis Martinazzo, quien ahora dice que va a volver al PJ cuando acaba de ser candidato a intendente por un frente opositor. Igual, no es sorpresa viniendo del ex asesor. Tampoco es sorpresa lo que dijo el mítico Emilio Mendoza, de Caucete. También a DIARIO DE CUYO esgrimió que busca la forma legal de volver a la sede de calle 25 de Mayo. Como todo el mundo sabe, acaba de perder una elección frente al candidato del oficialismo, Juan Elizondo. Compitió en contra, pero ahora está a favor. Es decir, a favor de Gioja, pero no de Elizondo. Así es, muy complicado.
¿Todo esto le hace bien a la política? No, indudablemente. El problema es que esta actividad se ha vuelto demasiado vulnerable al pragmatismo. También hay que sincerarse en esto: en casi todos los casos, los nombres citados provienen de la misma cantera. La misma que, a razón de las evidencias, perdona más de lo que condena.
