Entre llantos de emoción, 196 países aprobaron ayer en París (Francia) lo que fue considerado como el primer acuerdo universal de lucha contra el cambio climático. Este pacto supone que, de manera histórica, tanto naciones desarrolladas como en desarrollo se comprometen a gestionar juntas la transición hacia una economía baja en carbono.
La propuesta ha sido aceptada en el plenario de la cumbre climática de París (COP21) por todas y cada una de las 196 partes presentes en las conversaciones. El Acuerdo de París, llamado a cambiar el modelo de desarrollo del planeta hacia uno libre de combustibles fósiles (carbón, gas y petróleo), se aprobó cuando el presidente de la COP21, Laurent Fabius, dio el esperado martillazo del consenso y dijo: ‘acabamos de hacer una cosa grande‘ en medio de sonoros aplausos. Muchos de los presentes lloraban de emoción, entre ellos el secretario de Estado estadounidense, John Kerry.
El acuerdo que se acaba de aprobar tiene como objetivo principal ‘mantener la temperatura media mundial muy por debajo de dos grados centígrados respecto a los niveles preindustriales‘, aunque los países se comprometen a llevar a cabo ‘todos los esfuerzos necesarios‘ para que no rebase los 1,5 grados y evitar así ‘los impactos más catastróficos del cambio climático‘.
Para lograr ese objetivo, recoge compromisos nacionales de lucha contra el cambio climático y obliga a los países tanto a rendir cuentas de su cumplimiento como a renovar sus contribuciones al alza cada cinco años. Cada Estado se compromete a tomar las medidas necesarias a nivel nacional para cumplir lo que dice en su contribución, y los que quieran podrán usar mecanismos de mercado (compraventa de emisiones) para cumplir sus objetivos.
Para asegurar que se alcanza el objetivo de menos de dos grados, la primera revisión de las contribuciones nacionales tendrá lugar en 2018, y la primera actualización de las mismas será en 2020. No habrá sanciones, pero existirá un comité de cumplimiento que diseñe un mecanismo transparente para garantizar que todo el mundo hace lo prometido, y que advierta antes de que expiren los plazos si está o no en vías de cumplirse.
Además, los países se comprometen a lograr ‘un equilibrio entre los gases emitidos y los que pueden ser absorbidos‘ en la segunda mitad de siglo. Dicho de otro modo: que no se pueden lanzar más gases que los que el planeta pueda absorber por sus mecanismos naturales o por técnicas de captura y almacenamiento geológico.
El nuevo acuerdo entrará en vigor cuando al menos 55 partes, que sumen en total el 55 por ciento de las emisiones globales lo hayan ratificado. El Acuerdo de París, que cuenta con 11 páginas y una ‘Decisión‘ que lo desarrolla en otras 20, es jurídicamente vinculante, aunque no su totalidad: no lo son los objetivos nacionales de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero que presentan los países de manera voluntaria, como pretendían China, Estados Unidos o la India.
El acuerdo obliga legalmente a los países desarrollados a contribuir a financiar la mitigación y la adaptación en los estados en desarrollo, y anima a otros países que estén en condiciones económicas de hacerlo a que también aporten voluntariamente.
No obstante, la mayor parte de las responsabilidades de financiación no están en el acuerdo sino en la decisión que lo desarrolla (que no es legalmente vinculante), donde dice que las naciones ricas deberán movilizar un mínimo de 100.000 millones anualmente desde 2020, así como revisar al alza esa cantidad antes de 2025.
El pacto es aclamado como el primer acuerdo climático verdaderamente global, ya que compromete tanto a naciones ricas como a pobres a frenar el aumento de las emisiones causantes del calentamiento del planeta. Fuente: Efe y Reuters
