El túnel subfluvial que vincula las capitales de Entre Ríos y Santa Fe a través del río Paraná cumplirá este domingo 40 años de existencia, y terminó con el aislamiento natural al que secularmente estuvo sometida esta provincia mesopotámica.
Desde el nacimiento de la patria, Entre Ríos y el resto de las provincias mesopotámicas estuvieron marginadas del desarrollo y de la construcción de obras de infraestructura por causa de las hipótesis de conflicto con el Brasil. Esas teorías indicaban que ante una eventual invasión de nuestro vecino, los ejércitos extranjeros no debían disponer de rutas, puentes y demás infraestructura que le facilitase el desplazamiento.
Debido a esas hipótesis de conflicto, Entre Ríos sólo se vinculaba hasta mediados del siglo XX con el resto del país mediante un vetusto sistema de balsas y lanchas, que transportaban camiones, carga y pasajeros en general.
Esta situación comenzó a revertirse el 15 de junio de 1960 cuando los gobernadores de Entre Ríos, Raúl Uranga, y de Santa Fe, Carlos Silvestre Begnis, firmaron un tratado interprovincial para construir un túnel subfluvial que comunicara a las capitales de ambas provincias.
Sin embargo, Uranga y Silvestre Begnis tropezaron con un inconveniente no pensado: el río pertenecía a la jurisdicción nacional, y al gobierno federal de entonces no le interesaba invertir en semejante obra.
La necesidad de terminar con el aislamiento de la Mesopotamia obligó a ambos mandatarios a encontrar una solución que permitiera superar este grave escollo. Finalmente se concluyó que el río pertenecía a la Nación, pero debajo del lecho, a determinada profundidad, el territorio era de las provincias.
La ingeniosa alternativa posibilitó que Entre Ríos y Santa Fe se lanzaran en solitario a construir la faraónica obra, única hasta la actualidad en Sudamérica. Mientras los trabajos se desarrollaban penosamente para los erarios provinciales.
Finalmente, el 13 de diciembre de 1969 la colosal obra de ingeniería fue habilitada y se rompió con el aislamiento al que estuvo sometida Entre Ríos desde siempre.
La obra consta de 36 tubos de 65,45 metros de extensión y de uno de adaptación, de menor longitud. Cada tubo tiene un diámetro interior de 9,80 metros, un ancho de calzada de 7,50 metros y una altura libre desde la calzada hasta el cielorraso de 4,41 metros. El espesor de las paredes es de 0,50 metros, más una impermeabilización exterior.
Debido a que el viaducto está enterrado en el lecho del río, el tubo que está colocado a mayor profundidad se sitúa a 30 metros por debajo del agua.
Para reforzar las medidas de seguridad del túnel, sus constructores recomendaron prohibir el paso de camiones transportadores de combustibles, una medida que se cumple rigurosamente. En consecuencia, el combustible sigue llegando a Entre Ríos a través del viejo sistema de balsas.
