Se acerca al monitor para ver mejor las letras que acaba de escribir. Estuvo varios minutos para unir esas vocales y consonantes. ‘Alejandro Firmapaz‘ es lo que aparece escrito en la pantalla de la computadora. Este es su nombre, que acaba de aprender a escribirlo y no fue con lápiz y en un papel. Este hombre, que tiene 68 años, lo hizo apretando teclas, prestando atención y siguiendo las indicaciones de su profesor. Alejandro vive en el Hogar de Ancianos desde hace un año y sólo llegó hasta segundo grado y con el tiempo se olvidó de leer y escribir. Pero desde que va a aprender computación en la sala que tiene el hogar, volvió a recordar lo que aprendió en la escuela.
Lo que empezó siendo una iniciativa para que los ancianos que están en este lugar se familiarizaran con la tecnología, se convirtió, sin proponérselo, en una herramienta inigualable para alfabetizarlos. Hay abuelos que nunca aprendieron a leer ni escribir y otros se olvidaron. Todos los que acuden a la sala de computación, lo hacen con las mismas ganas y ponen el mismo empeño. ‘Hay todo tipo de casos, cada uno aprende a su propio ritmo. Lo bueno es que están entretenidos, que progresan y que siempre están dispuestos a aprender‘, dice Nicolás Algañaraz, que es el profesor encargado de dar las clases de computación. Pero su tarea va más allá de explicarles cómo funciona esta clase de herramienta tecnológica. Como si se tratara de un maestro de Primer grado, Nicolás les enseña a escribir sus nombres, a aprender los números y a reconocer las letras del teclado.
Angelita Navarro también forma parte de los que están aprendiendo a escribir gracias a la computadora. Pero ella está un peldaño más arriba que Alejandro. Ya empezó a manejar un programa mediante el que aprende a usar el teclado con más rapidez. ‘Escribo escuchando música‘, cuenta Angelita, una de las alumnas más entusiasmadas. Mientras que Fernando Torres, otro de los abuelos que viven en el hogar, ya está tan avanzado en las clases, que lo primero que hace ni bien se sienta frente a la computadora, es leer algunos diarios digitales. A Fernando le falta poco para empezar a aprender a manejar el chat y comunicarse con su hermano que está en La Rioja.
Son unos 10 ancianos los que concurren todos los días a la sala de computación. Lo hacen en la mañana y en la tarde. Según Nicolás, a veces postergan la merienda por estar más tiempo con la computadora. La sala fue inaugurada en agosto del año pasado y tiene 10 equipos completos que además están conectados a Internet. Todo se hizo a través del Ministerio de Desarrollo Humano, que es de quien depende el hogar.
Este es el sector más concurrido del hogar. ‘Es una buena terapia. Estar aprendiendo a manejar la computadora al mismo tiempo que a leer y escribir. Les demanda tanta atención, que olvidan sus problemas‘, dice Nilda Agüero, al frente del hogar.
