Ni bien llega del otoño, los alrededor de 80 alumnos que asisten a la Escuela de Educación Especial Múltiple de Iglesia saben que empezará su tarea. Primero, salen a recorrer los jardines de las alrededor de 20 casas que hay enfrente y al costado del edificio escolar para limpiar jardines y levantar hojas, que luego usan para hacer compost con el que mejoran la tierra de su huerta. Y después se encargan de podar los árboles de la zona. A cambio de eso, las familias les entregan zapatillas y ropa a los alumnos que las necesitan o les preparan tortas que les sirven con chocolate a modo de pago.
“La idea es que los chicos aprendan a hacer cosas y sientan que su tarea ayuda a los demás. Cuando llega esta época, los vecinos empiezan a preguntarnos cuándo saldremos a limpiar los jardines y la gente de la Municipalidad, que se encarga de la poda, sabe que nos tiene que dejar los árboles pequeños y medianos de alrededor de la escuela para que la tarea la hagamos nosotros”, contó Silvia Zappalá, la maestra de Educación Agropecuaria que desarrolla la tarea junto a niños que sufren síndrome de Down, autismo, sordera y otros tipos de discapacidades. Y agregó que “si a algún niño le hace falta un par de zapatillas o una camisa les decimos a los vecinos, ellos compran o consiguen ropa usada y nos las dan como forma de pago. Eso sirve como incentivo para los alumnos”. Aunque además de esos elementos, en muchos casos los chicos reciben tortas hechas especialmente para ellos, chocolate o algo de dinero, que le entregan a la directora quien usa el dinero para comprar caramelos, facturas o tortitas para los alumnos.
La tarea, que se desarrolla en horario escolar, incluye a todos los alumnos del establecimiento, que no sólo son de la villa cabecera y sus alrededores, sino también de localidades alejadas como Tudcum, Bella Vista y Las Flores. Los más grandes y valientes se animan a usar las tijeras para mejorar el estado de los árboles, mientras que los más fuertes trasladan la basura en carretillas, las chicas pasan la escoba y los alumnos que utilizan sillas de ruedas colaboran rastrillando el césped.
Sumado a eso, los alumnos (que en su mayoría tienen entre 5 y 20 años) limpian los espacios verdes de la escuela y plantan y cuidan rosales. Además, se encargan de mantener la huerta escolar. Con lo que aprenden allí crean huertas en sus casas y reciben semillas y otros elementos de parte del INTA, a modo de premio por su labor.
“Los chicos también hacen dulces y conservas. Con todas estas actividades aprenden y después pueden realizar cosas en sus casas. Es un modo de darles una oportunidad y de que ellos vean que pueden hacer muchísimas cosas”, destacó la docente.
