Un numeroso grupo de estudiantes secundarios se quedó afuera del ingreso a la carrera de Medicina en la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE) en Corrientes: sólo 80 de 1.400 alumnos aprobaron el examen. Algo similar ocurrió en marzo con un aplazo masivo en el ingreso a la carrera de Medicina en la Universidad Nacional de Santiago del Estero donde solamente 10 alumnos, de los más de 400 inscriptos, aprobaron.
Resulta lamentable la actitud de los padres de los alumnos correntinos bochados, al decidir ir a la Justicia para pedir que se baje el nivel de exigencia. En la universidad pública sólo se gradúa el 1% de los estudiantes que están en el 20% más pobre de la Argentina, y el 44% no aprueba más de una materia por año en las 53 universidades públicas y gratuitas en sus niveles de grado. Las universidades reciben unos 51.000 millones de pesos para su funcionamiento y se estima que se gradúa menos del 15% de quienes logran acceder a este nivel educativo, mayoritariamente de los sectores socioeconómicos medio y medio-alto.
Las naciones que avanzan y reducen su pobreza, lo hacen fortaleciendo la acumulación de capital productivo. Pero hay otra forma de capital que hoy es más importante que este capital físico: el capital humano acumulado mediante el sistema educativo. Según un estudio del Banco Mundial de 2013: ‘El valor del capital humano equivale a cuatro veces el valor del capital físico”. Por eso, los países que hoy lideran el crecimiento económico registran al mismo tiempo grandes avances educativos, particularmente en el nivel universitario.
No habrá avance económico ni progreso social sin universidad de calidad. En los países industrializados más del 40% de los jóvenes logran una graduación universitaria; en América latina esta graduación es inferior, pero en la última década se registró un claro avance: entre 2003 y 2013 la graduación anual universitaria creció 86% en Brasil, 147% en Chile y 158% en Colombia. En nuestro país tuvo apenas 46% en la última década, según el Ministerio de Educación.
La Argentina creció potenciada en el siglo XIX por una extendida escuela Primaria. Para progresar en este siglo XXI necesitamos una universidad de calidad y de esto también deben convencerse no sólo los alumnos sino también los padres.
