Un camino de más de 1 kilómetro a través de un descampado lleno de yuyos y espinas. No cuenta con el reparo de la sombra de algún árbol para soportar el Sol del día o la lluvia, ni luces para caminar tranquilo de noche. Por ahí deben pasar a diario unas 500 familias, que viven en las inmediaciones de calles Centenario pasando unos metros al Oeste de Díaz, en Chimbas. El motivo es la falta de servicio de transporte público de pasajeros por la zona. Y, para llegar a la parada de colectivos más próxima (que está por calle 25 de Mayo), hay que atravesar ese peligroso terreno.
En total, son cinco los barrios nuevos en esa zona sin el servicio: el Tránsito de Oro, el Talacasto, el Chañar, el Siete Conjuntos y el 19 de Noviembre. Todos sus habitantes son de las ex villas erradicadas y aseguran que, desde que están ahí (hace ya dos años), vienen pidiendo que una línea de colectivos pase por el lugar. Se trata de gran cantidad de personas para las que el micro es el principal medio de transporte. Para ellos, ir todos los días a clases, al trabajo o al centro es una rutina agotadora y peligrosa. "Los niños se tienen que levantar dos horas más temprano y atravesar el campito para poder llegar a tiempo a clases", dice Nelly Astudillo, una de las vecinas. De día sufren el calor y, de noche, corren el riesgo de ser sorprendidos por ladrones. "Una vez que oscurece, nadie pasa por ahí, a no ser que sea necesario. Yo, por ejemplo, a veces salgo tarde del trabajo y me tengo que venir por ese camino oscuro sola", cuenta Griselda Gómez.
La línea que pasa por la calle 25 de Mayo es la 33, de la empresa Albardón. Según los habitantes del lugar, ya han solicitado varias veces a la firma una modificación del recorrido de esa línea para que también pase por la calle Centenario. Desde la empresa afirmaron que están evaluando la posibilidad, pero que se trata de una zona muy insegura tanto para los choferes como para los pasajeros. De todos modos, la decisión final sobre el tema la debe tomar la Dirección de Tránsito y Transporte. Según el secretario de Servicios Públicos, Daniel Campos, "la Dirección es la encargada de considerar un cambio de recorrido y, de ser necesario, la empresa debe cambiarlo".
Pero este no es el único reclamo de estas familias. Al igual que muchos de los erradicados, ellos aseguran que, desde que les dieron las casas nuevas, se han olvidado de ellos. "No tenemos puesto policial ni centro sanitario. Si pedimos una ambulancia o un remís, no llegan nunca porque no conocen los barrios. Y rogamos que nadie se enferme de noche o los fines de semana porque no tenemos cómo llevarlo a un hospital", dice Rosa Nievas, una de las vecinas.
Para completar la lista de necesidades, los lugareños aseguran que tampoco tienen una escuela cercana para sus hijos. "Las de por acá no tienen cupo. Por eso los chicos tienen que cruzar todos los días el descampado para ir a otras más alejadas", comenta Nelly Astudillo. Ella, además, tiene un hijo discapacitado y debe cruzar como puede el camino junto a él para poder llevarlo al centro para sus estudios y controles periódicos.
