Una interesante definición nos indica que Barrio: "es toda subdivisión con identidad propia de una ciudad o pueblo. Su origen pude ser una decisión administrativa, una iniciativa urbanística, (por ejemplo una institución que construye viviendas para sus miembros) o simplemente, un sentido común de sus habitantes basado en la proximidad o la historia.

En San Juan, como en cualquier ciudad del mundo, un estudio detallado de los barrios nos permite encontrar las marcas que los sucesos históricos importantes han dejado en la ciudad. Cada uno de ellos es como una clara radiografía de los momentos de esplendor, de las ideas estéticas y de desarrollo urbano o simplemente de las costumbres y utopías que se han ido desarrollando a lo largo del tiempo. El Barrio del Bono es producto de unos de los momentos de gran bonanza que vivió nuestro país. Cuando comenzó su loteo y construcción estaba rodeado de fincas con abundantes viñas y olivos, siendo uno de sus ejes referenciales el majestuoso chalet que por entonces pertenecía a la familia del Bono y que en la actualidad es el club Ausonia que agrupa a muchos miembros de la colectividad italiana. Los lotes a disposición de quien podía adquirirlos eran enormes para permitir el disfrute de familias con hijos numerosos, como se estilaba a principios de los años 40 del siglo pasado. Varios profesores contratados para trabajar en la flamante facultad de ingeniería construyeron allí sus casas, con el sólo auxilio de los sueldos que como docentes universitarios entonces cobraban.

El barrio Capitán Lazo es en cambio producto del desastre humano y edilicio que provocó el terremoto de 1944. Muchos que habían perdido todo se instalaron en los terrenos que entonces eran puro campo, surgiendo un conglomerado de viviendas precarias donde fue difícil para todos pasar el primer invierno. Posteriormente y con ayuda del Gobierno se construyó un numeroso grupo de viviendas sumamente económicas pero que contaban con todas las comodidades, aunque eso sí, surtidores de agua y letrinas debían ser compartidas por distintas familias. Con el transcurso de los años, de a poco, comprando ladrillo por ladrillo los vecinos fueron construyendo las casas que existen ahora. La inmensa mayoría de las construcciones las debió costear cada familia, es por eso que es un barrio que prácticamente no tiene dos viviendas iguales. Cada uno con sus tiempos y posibilidades la fue construyendo, donde contó esencialmente el esfuerzo particular. Es un barrio ejemplo de lo que podemos lograr los sanjuaninos a pesar de las desgracias que la geología nos provoca.

La construcción de Villa América es de sólo unos pocos años posterior al Capitán Lazo, pero la enorme diferencia es que la construyó en su totalidad el Estado, cuando ejercía la presidencia del país Juan Domingo Perón y estaba pensado para ser habitado por familias pertenecientes a la clase obrera. Los terrenos y las viviendas eran amplios, cómodos y confortables, porque se pensaba que este estamento merecía lo mejor y era el más decidido sostén al gobierno. La planificación de esta obra incluyó la construcción de una hermosa escuela que contaba con un teatro magnífico, en el cual todavía hoy los artistas pueden trabajar y por momentos ha sido el único teatro habilitado de la ciudad.

En 1885, la llegada del ferrocarril a San Juan produjo muchos beneficios y la arquitectura ferroviaria se reflejó sobre todo en la construcción de las estaciones, pero prácticamente no se invirtió en la construcción de viviendas para el personal. Esto quizás se explica porque la empresa propietaria era de capitales británicos, y no siempre la preocupación de los ingleses era el desarrollo de comodidades para los empleados criollos. Sólo se construyó algunas pocas viviendas que todavía subsisten y que se encuentran sobre la calle Las Heras, próximas a la estación ferroviaria. El desarrollo por parte del Estado nacional de los ferrocarriles de fomento, de trocha angosta, y que cubrían los servicios en regiones económicas muy deprimidas tampoco implicaron la construcción de barrios ferroviarios, pues eran líneas por lo general deficitarias. Los que sí se lanzaron a construir viviendas fueron los empleados del ferrocarril que estaban nucleados en el poderoso sindicato de La Fraternidad, y de esos esfuerzos sí hay vestigios en nuestra ciudad. Posteriormente otros sindicatos o instituciones emprenderán la tarea de construir viviendas para sus asociados, por lo que se construirán barrios, de los empleados de comercio, de los camioneros, de los maestros, de los policías y un largo etc.

También son de destacar los enormes barrios construidos por el Estado y cuyos destinatarios eran sectores de la clase media. El consorcio San Martín es un ejemplo de ello, a lo cual suma la característica de ser de departamentos construidos mayoritariamente en grandes torres, e instalarse en el constituyó un verdadero aprendizaje para los vecinos. Hubo que habituarse a vivir en el mayor silencio posible para no molestar a los de abajo o a los de arriba. Estas unidades habitacionales llegan a tener hasta 110 metros cuadrados de superficie cubierta. Hoy, por lo general, las viviendas que se construyen tienen un poco más de la mitad de esta superficie. Aunque el objetivo es el mismo, es decir criar una familia. Desde esta perspectiva los niños del siglo XXI tienen la mitad del espacio que tuvieron sus padres.

Y hay otros barrios que tienen una característica diferente, porque fueron pensados para aquellos que nunca ni siquiera sospecharon que algún día podrían tener una vivienda propia, el barrio Costa Canal es uno de ellos, que se erigió en los terrenos que ocupaba la precaria Villa Benavídez una manera de mostrar que todavía existe el sentido de la utopía, y que poseer una vivienda es un derecho de todos los seres humanos, y mejor aún si hace parte de un barrio, porque es allí donde se construyen algunas de las mejores historias de vida.