Si bien la producción de biocombustibles ha experimentado un gran avance en nuestro país, abriendo nuevas perspectivas para el sector agrícola orientado a esta actividad, hay que tener especial cuidado con los volúmenes de materia prima que se destinen de ahora en más.
La rentabilidad que, sin duda, irá creciendo a medida que aumenten los porcentajes de los cortes obligatorios de las naftas y el gasoil con biocombustibles que, por ahora es del 5 %, pero que en un futuro llegará al 50 %, es un arma de doble filo para el destino agrícola del país, ya que se corre el peligro de que al emplear una mayor cantidad de materia prima en biocombustibles, se produzca un déficit respecto a la destinada a las necesidades alimentarias, o bien un encarecimiento de los granos.
Existiendo en el país la posibilidad de generar otros tipo de energía, como la eólica, solar o nuclear, ha llegado el momento de tomar decisiones fundamentadas y precisas sobre la conveniencia de estas energías alternativas mas convenientes que los biocombustibles. No es que se pretenda poner un freno a una actividad que se ha venido desarrollando paulatinamente desde hace años, lo que se pide es que se establezcan controles que aseguren el equilibrio.
Es evidente que está haciendo falta un programa especial basado en políticas que ayuden a controlar este fenómeno y que promueva los otros tipos de energía que se presentan como más óptimas ya que son naturales, no contaminantes y evitan dejar al país sin producción agrícola, especialmente de soja.
Evitar los excesos en materia productiva, puede llegar a ser muy conveniente para que la Argentina crezca armoniosamente sin resignar todo el potencial que siempre la ha caracterizado.
