La presidenta Dilma Rousseff (Partido de los Trabajadores) fue finalmente reelecta en las elecciones más reñidas desde el regreso de la democracia en Brasil, con menos de tres puntos de diferencia sobre el candidato de la centroderecha, Aécio Neves (Partido de la Social Democracia Brasileña). Hace cuatro años, Rousseff había logrado el 56% de los sufragios cuando compitió con José Serra.
Dilma Rousseff asumirá formalmente su nuevo mandato el 1¦ de enero del año próximo y gobernará hasta 2018. Su partido completará así un período inédito de 16 años en el poder, que comenzó en 2003, con su antecesor y padrino político, Luiz Inácio Lula da Silva. Se da por descontado que Dilma no tocará los planes sociales que comenzaron con el gobierno de Lula, y que sacaron de la pobreza a unos 40 millones de brasileños.
Ninguna sociedad es lineal y menos aún a la hora de votar. Pero los brasileños se mostraron ahora bastante más ambiguos de lo normal. En junio de 2013, millones salieron a las calles hartos de la corrupción, de los servicios públicos ineficientes y de un Estado que dedicaba demasiado dinero a otros objetivos, como el Mundial de Fútbol. Casi un año y medio después, los brasileños se inclinaron por la misma opción que eligen desde hace 12 años.
Tal vez los asustaron las alternativas: Aécio Neves o Marina Silva, o a lo mejor prefieren que las reformas que hoy exige su país las lance el gobierno que más necesita ser reformado. El próximo Gobierno se enfrentará con la difícil misión de recomponer políticamente un país dividido y consolidar una mayoría estable en un Congreso fragmentado entre 28 partidos de ideologías muy dispares, desde la extrema izquierda hasta la derecha más radical.
A partir del 1 de enero de 2015, la coalición vencedora deberá ponerse en la tarea de recuperar el consenso. Sólo así Brasil podrá llevar a cabo las reformas que tanto necesita en sanidad, educación o seguridad, que suelen figurar en las encuestas como los temas que más preocupan a los brasileños. Aunque tampoco se debe ignorar que los mayores desafíos serán económicos: Brasil deberá retomar el crecimiento, con una economía actualmente en recesión técnica, y controlar la inflación, de 6,75% en últimos 12 meses, casi tres puntos por encima del techo establecido por el propio gobierno.
