Por estos días los argentinos asisten sorprendidos a un espectáculo bochornoso, bizarro, que da vergüenza ajena y provoca comentarios de arrepentimiento, en muchos casos, al ver a quiénes votó la ciudadanía para tan altos cargos como representantes del pueblo ante la Cámara de Diputados de la Nación y con sueldos millonarios.

El plenario de comisiones que debate la Ley Ómnibus enviada por el Poder Ejecutivo al Congreso Nacional para discutir profundas reformas en el Estado, no tiene hasta el momento un alto nivel de diálogo, respeto, solidaridad y empatía ante la atroz situación económica y social que viven los 47 millones de argentinos. Más bien todo lo contrario. Muchos de los legisladores utilizaron la transmisión en directo por los medios de comunicación hacia todo el país y el mundo vía internet, para mostrar las miserias humanas, intereses mezquinos y sectoriales para imponer con argumentos pobrísimos sus posiciones. Aunque detrás de todo eso se percibe un claro interés destituyente que ya fue admitido por sectores opositores antes de la asunción de la administración Milei y se repite todo el tiempo, sin que la Justicia actúe de oficio ante tales amenazas al sistema democrático imperante en la Argentina y sin que el Gobierno denuncie tales actos. 

En estos momentos desesperantes que sufre el pueblo argentino, con una inflación escandalosa que dejó el gobierno anterior, la pobreza que ya roza el 50%, la indigencia que casi llega al 20%, lo que más se espera de los representantes del pueblo y de los estados provinciales en el Senado de la Nación, son gestos de patriotismo, de reconocer errores y aportar soluciones a la nueva administración que ganó por el voto popular por amplio margen. Lo que más esperan los ciudadanos es que sus dirigentes busquen puntos de encuentros para lograr una salida a esta calamidad histórica que vive el país. Sin embargo, en esos ámbitos del Poder Legislativo, parece muchos diputados, viven en otro mundo, en una burbuja donde tienen importancia sus intereses personales como sectoriales.

En una de las tantas participaciones, una diputada opositora, abogada, pedía a los gritos que el pueblo saliera a protestar a la calle y que participaran de estas reuniones grupos sociales afines a la izquierda y al kirchnerismo, desconociendo que "el pueblo no delivera ni gobierna, sino por medio de sus representantes”, tal cual lo dice la Constitución Nacional, algo que suele ser enseñado en las escuelas de nivel medio, pero que esta legisladora parece desconocer. 

El miércoles pasado, parecía que el ex canciller Santiago Cafiero, hoy diputado, fue directamente a amedrentar (patotear) al presidente de la Comisión de Presupuesto y Hacienda, José Luis Espert, porque le cerró el micrófono al superar el tiempo de exposición permitido. Muchos pensaron que esta actitud iba a culminar con una agresión física de parte de Cafiero.

Son apenas dos ejemplos de un bochorno que el pueblo argentino no merece. Los cargos políticos, cualquiera sea, desde presidente, ministros, senadores, diputados, gobernadores y hasta el último concejal municipal están obligados a actuar con decoro, honor y respeto, no solo con los sectores que los votaron, sino con toda la ciudadanía. Mientras esto no suceda será moneda corriente ver estos vedetismos políticos, de parte de legisladores que aprovechan las cámaras de televisión para captar adeptos con una verborragia arcaica, populista y golpista.