Cuando no se dicen las cosas en forma directa y la intención de quien habla bordea la verdad para defender algo que oculta, se está frente a un doble mensaje frente a algo que oculta algún propósito.

Los ejemplos más rotundos están en estos días en las tribunas oficiales y en los discursos políticos -tal vez estuvieron siempre en esos referentes- y producen un efecto perverso en la sociedad aunque éste no pueda ser medido.

Alguien podría decir que no le interesa la política pero el significado de ese desinterés está perfectamente expresado en un pensamiento del historiador inglés Arnold Joseph Toynbee (1889-1975) y es el siguiente: "El mayor castigo para quienes no se interesan por la política es que serán gobernados por personas que sí se interesan".

Y, si política es todo lo que el hombre hace -como hemos referido hace poco- el ciudadano vive y se mueve en forma permanente en ámbitos políticos, se trate de un pueblo de cientos de habitantes o de una mega ciudad.

Es por ello que el doble mensaje no se limita a circunstancias geográficas o históricas. Hoy, abundan los dobles mensajes pero hay que interpretarlos y ver si tienen algo interesante, algo que permita pensar.

En la Argentina y actualmente, han proliferado los dobles mensajes desde las esferas del poder. Más, parecería que el doble mensaje se emplea como una estrategia destinada a dar determinados réditos.

La plataforma de estos mensajes es política, la atmósfera es la inmediatez del hecho y el rédito que busca quien así habla desde una tribuna del poder, es despertar cierto grado de confiabilidad.

Es decir, buscan que quienes escuchan crean que en esa persona se puede confiar.

Décadas atrás, ganarse esa confianza no era fácil porque la demagogia no había envuelto a los pueblos con ese manto de insinceridad que borra casi todos los perfiles de la verdad.

Debe recordarse que la demagogia es la práctica política que consiste en ganarse los halagos del favor popular. Esta definición es de la Real Academia de la Lengua Española.

Pero es, además, la degeneración de la democracia -y por ello hay que estar muy atentos- a través de la cual los políticos hacen algunas concesiones elementales a los ciudadanos, para mantener el poder.

Prestar atención a lo que se oye e ir un poco más allá de las palabras puede ser un buen camino para no caer en el laberinto del doble mensaje. La gente a veces confunde la locuacidad con inteligencia.

Y no es lo mismo hablar mucho que tener la capacidad de entender y comprender. Si se hace esta reflexión a tiempo se evitarán confusiones ante uno mismo que lastiman más que otros gestos pasajeros.

Se vive un mundo estridente, por lo menos en las distintas latitudes latinoamericanas, los mandatarios se sienten elegidos por poderes superiores y se creen que pueden decir de todo, amenazar y hacer lo que se les ocurra.

Así desaparecieron el diálogo y las consultas y entonaron el doble mensaje y el personalismo de una manera hasta ahora desconocida. Así, no sirven al pueblo desde el poder.

Lejos de ello se apropian del poder, lo convierten en el escenario de su histeria y de sus pasiones. No importa si se levanta alguna voz opositora porque hay más de una forma de callarla.

El gran peligro es que esa forma de actuar desde el poder destruya las instituciones que son las columnas que sostienen la sociedad en forma equilibrada y de servicio a los distintos sectores.

No caer en los artilugios del doble mensaje y en las palabras posteriores de quienes lo utilizan. No hay invencibles, tal como lo señala la historia de todos los tiempos. No hay seres superiores en los escenarios en los que se compite por un lugar.

Hay un tiempo que pasa para todos, para quienes gobiernan y para quienes observan el poder sin esperanzas. En esta época hay demasiada frustración en mucha gente y ello es un indicador insoslayable.

Pero, por sobre todo, hay un tiempo que pasa y que diluye. El tiempo es un gran maestro sólo que a los mortales no nos place comprender sus ecuaciones porque se va achicando el panorama de la vida.

En síntesis, vale la pena trascender el doble mensaje y vivir con los ojos abiertos.