Raúl Saldaño -Papá de un ídolo
Hace dos años, Raúl y su esposa Gloria vivieron el momento más difícil y devastador por el que puede atravesar un ser humano: Murió su hijo Emanuel Saldaño en un accidente de tránsito. El joven ídolo del ciclismo dejó un inmenso vació en sus seguidores y, sobre todo, en su familia.
Los seis meses posteriores, cuenta Raúl, fueron los más duros de toda su vida. ‘El dolor y la tristeza invadieron mi casa. Creímos que era imposible seguir, hasta que me invitaron a un homenaje que le hacían niños del ciclismo infantil. Fue muy emocionante y ahí me dije: tengo que hacer algo para transformar este dolor. Sabía que a mi hijo le gustaba mucho ayudar a los niños y a los adolescentes dedicados al ciclismo, entonces decidí armar una agrupación que se llamó ‘Rawson somos todos’, y ahora acaba de salir el permiso para la Fundación Emanuel Saldaño’, dice Raúl (59).
Desde el año 82, este papá trabaja como empleado municipal y tiene cuatro hijos más, Claudia, Lorena, Andrea y Leandro, quienes se encargan de acompañarlo en todas las tareas vinculadas a apoyar a ciclistas en nombre de su hijo.
Recuerda que Emanuel tuvo su primera bicicleta a los 7 años, ya que como buen apasionado de este deporte, pretendía que su hijo siguiera los pasos. ‘Lo que nunca pensé es que iba a ser tan, pero tan buen ciclista’, indica.
La Asociación que él preside ya ha transitado las competencias de ruta que se hacen en San Juan con chicos que no superan los 24 años. ‘Busqué ciclistas desconocidos pero que sabía que podían ser muy buenos. El primer año tuve el soporte de los sponsor que me ayudaron a que esto fuera posible, y el año pasado la ayuda de la Municipalidad de Rawson por lo que le agregamos el nombre al equipo. Este año estoy viendo como haremos porque no es sencilla la parte económica. Lo importante es poder seguir ayudando en nombre de mi hijo. Por eso será muy importante que comience a funcionar la Fundación. Sólo quedan detalles como hacer un logo y cosas así’, relata.
Si bien su situación económica es la que puede tener cualquier empleado municipal raso, Raúl, supo acompañar a sus hijos para que -como dice él-, fueran ‘alguien en la vida’. Tanto es así que Andrea es médica, Claudia es Técnica bioquímica y Leandro, el menor, es Técnico Constructor pero su objetivo es ser ingeniero.
Además tiene 5 nietos, aunque está muy abocado a ayudar a Juan Ignacio de 7 y Juan Martín de 3, ambos hijos de Emanuel. ‘A ellos les doy y les compro todo lo que puedo, que es lo que haría su papá’, indica.
Un ejemplo de superación ante un dolor que estará siempre presente pero transformado en acciones para ayudar a los chicos del ciclismo, tal como hubiera querido Emanuel.
Marcelo Sosa – El gran maestro
Marcelo prácticamente se crió con su abuela Filomena porque su mamá lo tuvo a los 15 años y, casi de inmediato, la enviaron a trabajar como empleada doméstica a Río Negro. Eso lo llevó a que a los 8 años ya trabajara en la cosecha de cebolla en su Jáchal Natal. A esa temprana edad había aprendido lo dura que era la vida, pero a la par también entendió que su voluntad era más fuerte, y así lo demostró con el tiempo.
De experimentado albañil llegó a convertirse en maestro de escuela con casi 40 años en escuelas rurales, y también fue director.
‘A los 15 años dejé los estudios de contabilidad porque me aboqué a mi oficio de albañil, luego vino el servicio militar, me tocó la Marina en la época que fue el golpe militar que derrocó a María Estela Martínez de Perón. Por un tiempo me quedé con mi mamá que por ese entonces trabajaba en Buenos Aires, pero como Jáchal no tiene riendas, pero tira, volví. Conocí a Ivana Castro, mi esposa que era profesora de Música en Iglesia y tuvimos 3 hijos’.
Además de albañil fue obrero minero (trabajó en una calera), y pronto descubrió otra de sus pasiones, ser panadero y pastelero. Todo fue porque sus suegros tenían una panadería en el departamento norteño y comenzó a ayudar para tener un ingreso extra, pero ahí descubrió su pasión por la pastelería. Tanto que hasta la fecha, desde la capital sanjuanina donde vive actualmente, hace todo el pan dulce para la panadería jachallera cada fin de año.
El rumbo comenzó a cambiar con 33 años cuando impulsado por su esposa y sus hijos Marcela, Sole y José, comenzó a asistir a la escuela secundaria que estaba justo frente a la panadería.
‘Salía de la escuela a las 12 de la noche. Primero me costó ir y adaptarme porque hasta tenía que participar en actos y recitar poesías. Me costó mucho inglés pero logré aprobar, gracias a que en casa me ayudaban. Cuando salía dormía un ratito para empezar a hacer el pan a las tres de la mañana y también me daba tiempo para estudiar. Cuando terminé la secundaria ya me habían inscripto en la Escuela Normal y empecé y me recibí de maestro con 39 años’.
Luego vino con su familia a San Juan, trabajó en diferentes lugares hasta conseguir su primer trabajo como maestro en Divisadero, posteriormente fue maestro y director en Las Lagunas (al sur de Media Agua), y más tarde en Punta del Agua (25 de Mayo).
‘Sin querer este fue un ejemplo para mis hijos, porque siempre les inculqué la cultura del trabajo’, dice Marcelo.
Sin dudas, Marcela (periodista); Sole (licenciada en Servicio Social), y José (profesor de secundaria), mamaron está incansable capacidad de superación. Recuerda que en muchos de sus trabajos como maestro de zonas alejadas estaba 20 días afuera y 10 en su casa; además como no tenía auto debía viajar en colectivo hasta una zona determinada y después arreglarselas para llegar a la escuela. Esto sin contar que se hacía cargo de muchos problemas de sus alumnos, como hacen todos los maestros que eligen esta tarea tan lejos de zonas urbanas.
Marcelo recién se jubiló el 15 de diciembre pasado con 61 años, pero sigue trabajando en su otra pasión: la pastelería, además de disfrutar de Amparo, Caetana y Alicia, sus tres nietas.
