Con más de 54 muertos por accidentes de tránsito en lo que va del año y una cifra que aumenta día a día de la mano de la irresponsabilidad conductiva y el estado precario de la infraestructura vial en alto porcentaje, la accidentología constituye una rama de las relaciones humanas, dentro del conglomerado social, que debe tenerse en cuenta junto a dos principios cruciales: prevención y educación para la vida.
El aumento preocupante de las colisiones vehiculares y los daños a terceros ajenos a la circulación, nos debe llevar a reflexionar acerca de los factores que se multiplican para que el tránsito sanjuanino se haya convertido en una peligrosa amenaza cotidiana. Aprender a convivir con el peligro potencial que entraña movilizarse por calles, rutas y espacios públicos es una rutina temeraria con la pérdida de vida de culpables e inocentes y consecuencias materiales que muchas veces no solo afectan lo individual, sino a la infraestructura de la comunidad si los daños provocan inconvenientes en los servicios prioritarios.
¿De donde parte este aumento de los accidentes?: sin duda de la irracionalidad de conductores que con gran dosis de alcohol y otras sustancias adictivas, se desplazan a altas velocidades con el riesgo de perder su propia vida y causar estragos en el medio. A los estímulos negativos y que llevan a perder fácilmente el dominio de los rodados, se suma la velocidad extrema como agravante que lleva a un desenlace fatal. Pero también existe la impericia para resolver una situación imprevista, propia de un mal aprendizaje y una licencia conductiva que tal vez no responda a los rigurosos parámetros internacionales como los exigidos en San Juan, o directamente porque el conductor involucrado carece del carnet habilitante. Esto ocurre particularmente con los motociclistas, quienes lideran la trágica estadística mortal o de secuelas de por vida. A ello se debe agregar el envejecido y precario parque automotor que convive con los últimos modelos, creando un riesgo adicional debido a las verificaciones técnicas demoradas.
El panorama de accidentología local no es producto de la fatalidad que rodea a los hechos fortuitos. Si son contingencias evitables que no pueden calificarse de accidente sino de las consecuencias de una pésima educación vial y la ausencia de controles rigurosos dentro de una estrategia válida para que salvaguardar vidas y bienes se convierta en un objetivo primordial.
