Jorge Bergoglio, quien pasó a ser el primer Papa argentino y de América, también será el primer jesuita en llegar al sillón de San Pedro.
Dicha Orden Religiosa de la Iglesia a la que pertenece Francisco I, está señalada por el empeño en la educación y las misiones populares, pese a las persecuciones, según consigna la página web de la orden.
Los jesuitas (también llamados “Compañía de Jesús) son una Orden Religiosa de la Iglesia Católica compuesta por sacerdotes y “hermanos” de todo el mundo fundada por San Ignacio de Loyola en 1491. Uno de los primeros seis integrantes del grupo que se unió al fundador, se llamaba San Francisco Javier, de ahí deribaría el nuevo nombre que eligió Bergoglio para su pontificado.
Luego, en 1767, fueron expulsados de los territorios de la corona española en América, su regreso a Argentina se registra en agosto de 1836.
‘La vuelta de los jesuitas a la cuenca del Plata, luego de la expulsión de 1767, debe ubicarse en el período histórico de la Restauración, que quedó signado por extenuantes y a menudo inútiles polémicas‘, dice la Orden en su página.
‘La Orden conoció al menos unas 70 veces el ostracismo entre las naciones europeas y americanas. A pesar de la inestable situación política en 1836, los Jesuitas se dedicaron con ahínco a la educación y a las misiones populares‘.
Los jesuitas se radicaron en zonas de los alrededores de Buenos Aires como San Isidro y San Fernando, y también en Zárate, Luján, Areco y Baradero.
Tras haber llegado al país por primera vez en 1585, uno de los testimonios más fuertes de la presencia jesuítica son actualmente las ruinas de las Misiones en esa provincia.
Otra impactante prueba de su obra son las llamadas Estancias, magníficos templos y palacios en Córdoba.
‘En 1838 tomaron posesión de la capilla de Regina Martyrum. Allí se instaló el noviciado (formación de la orden) y más tarde el seminario diocesano‘, explica la Orden.
En 1843 recibieron el decreto por el cual se les ordenaba la secularización y como alternativa, la expulsión de Buenos Aires. Pero ‘continuaron trabajando en Córdoba hasta 1847, donde quedó el noviciado de la Misión y para establecerse luego en La Rioja y en Catamarca‘.
La persecución siguió y ‘la expulsión de los jesuitas se generalizó en 1848, pero de todas maneras, algunos continuaron su misión en nuestra provincia, Mendoza y Salta‘.
Entre los méritos que se les atribuyen figura ‘la preocupación por aprender y valorar la lengua indígena y el esfuerzo por mejorar la vida de los nuevos creyentes en las reducciones‘.
La impronta educativa de los jesuitas en Argentina los llevó a convertir las estancias en centros de formación y en la creación de la primera Universidad en la ciudad de Córdoba.
