Para timbear como en los viejos tiempos de casinos; un barbero (Suárez), un sepulturero (Machín) y un actor (Núñez) se juntan en la cocina de la casa de un profesor de matemática (Fanego) quien los convoca para que declaren a su favor luego de abrirle la cabeza a un alumno. Y la partida, en realidad, es una excusa; como todas las que vendrán.

La constante, es la baraja de fracasos de cada uno de los personajes: uno cuyo amor imposible es una ramera que no lo quiere; otro que no soporta la idea que su mujer lo abandone al ser despedido de la que fuera su barbería; un actor sin trabajo y un profesor que llora a su padre. Aunque algo extenso el guión, la platea se divirtió con esta comedia en la que ellos hasta planean un robo a un banco para dejar sus miserias atrás. Sin embargo, el trabajador de cementerios, cae en la cuenta de que sólo son: ‘cuatro jugadores de cartas absurdas’, para hacer entrar en razón al resto.

Para resaltar: el despliegue de los actores, que demuestran su oficio, un lujo.