Chile, 16 de octubre.- "Lo que pasa en la mina, se queda en la mina", le dijo Darío Segovia, de 48 años, a su mujer por medio de la cámara de video. Ese era el único vínculo entre los 33 trabajadores atrapados dentro de la mina "San José" y el mundo exterior.
Pero esa suerte de mandato se quebró poco a poco tras la maratónica operación de rescate por la que todos recuperaron la libertad el martes pasado. Tardaron casi 23 horas, pero los 33 mineros de Copiapó, Chile, resurgieron en la superficie después de 70 días de cautiverio.
Sólo dos de ellos que continúan internados, mientras que los demás lograron regresar a sus casas. Uno de los que siguen bajo observación es Mario Sepúlveda, quien hiciera de "conductor" de los videos que dieron la vuelta al mundo.
En los dos meses que estuvieron bajo tierra, los hombres tuvieron que ingeniárselas para vivir en condiciones extremas. "Cuando se quedaron con 10 litros de agua potable, comenzaron a beber agua contaminada que estaa en tambores y muchos comenzaron a tener dolor de estómago", contó Alberto, el padre de Segovia, al diario Clarín.
El dato fue corroborado por uno de los mineros, Richard Villarroel, de 27 años, quien afirmó que el agua "tenía mal sabor" y estaba contaminada por el aceite de las máquinas. El joven bajó 12 kilos durante los dos meses que estuvo junto a sus compañeros y explicó que su cuerpo "se consumía a sí mismo".
"Nos estábamos consumiendo como si estuviéramos trabajando. Nos movíamos, pero no comíamos bien. Nuestros cuerpos se consumían y nos pusimos cada vez más flacos", señaló Villarroel.
Sobrevivir al encierro a casi 700 metros bajo tierra fue difícil no sólo por las condiciones habitacionales sino también por las sociales. Aunque al principio se mostraron como un grupo unido, los mineros habrían llegado a estar divididos en tres facciones, y después de un tiempo sólo cinco de ellos se mantenían al margen de las apariciones vía cámara web hasta que un grupo de psicólogos logró integrarlos.
Al parecer, los primeros 17 días fueron "un infierno" para los mineros debido a una escalofriante idea que no dejaba de circular: el canibalismo. "Nadie hablaba de él", aseguraron los hombres más tarde, sin embargo, se convirtió en "un tema de broma" cuando al cabo de ese tiempo fueron encontrados y empezaron a bajarles comida.
También en esos primeros días fue clave la dirección de Luis "Don Lucho" Urzúa, quien se encargó de racionar las proviciones de latas que tenían. "Sólo tienes que decir la verdad. Todo se votó, éramos 33 hombres, por lo que 16 más uno es una mayoría", explicó ayer, antes de dejar el Hospital Regional de Copiapó.
Pero fue el testimonio de Daniel Sanderson, un minero que se retiró de San José un par de horas antes de que se produjera el derrumbe del 5 de agosto pasado, el que dejó dudas de la veracidad del relato de Urzúa. Según él, uno de los 33 mineros le envió una carta donde decía que "se dividieron en tres grupos, ya que comenzaron a dicutir y hasta hubo peleas", que terminaron en golpes.
