Era frecuente verlo con su chaqueta verde oliva y sus bolsillos interiores repletos de papelitos garabateados por la legión de adulones y custodios que solía rodearlo, según confesara alguna vez. Durante más de 40 años, Yaser Arafat fue el principal actor político de la fragmentada comunidad palestina.
En 1969, pasó a ser líder y principal responsable de la creación de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) e impulsó numerosos esfuerzos por lograr la independencia del Estado palestino, por lo que le dieron el Premio Nobel de la Paz en 1994.
Arafat, creador del movimiento Al Fatah para luchar contra Israel, fue elegido presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) en 1993. Conocido como El Hombre Viejo, Arafat no confiaba en nadie. Ni en sí mismo, tal vez. Desde 1956 había adoptado el kefieh (pañolón a cuadros blancos y negros que, según rumores, cubría su temprana calvicie). Quiso diferenciarse de sus contemporáneos, acostumbrados a ir con él anudado al cuello.
El líder palestino, que estudió ingeniería, fue un encantador de serpientes proclive a euforias y depresiones. Aunque nació en El Cairo, alternó su infancia entre esa ciudad egipcia, Jerusalén y Gaza. Allí, precisamente, en donde iba a forjar su poder.
