Hugo E. Grimaldi/Agencia DyN

 
�A un año de la llegada al papado de Jorge Bergoglio, no hay aún en la Argentina ninguna fuerza política que se haya propuesto explícitamente adoptar los postulados sociales de Francisco: sencillez, tolerancia, diálogo, cercanía, inclusión, transparencia y humanismo, como mínimo. En tiempos de complicaciones económicas y morales, justo cuando los argentinos deberían estar más que propensos a escuchar de sus dirigentes palabras de contención que ayuden a aliviar los flagelos cotidianos presentes en la Argentina de hoy, como la pobreza, la inflación, la inseguridad o el narcotráfico, aún a riesgo de que se lo tilde de oportunista, no hay quien esté dispuesto a replicar esta escala de valores. 
Por supuesto, que hay muchos dirigentes y partidos, por derecha y por izquierda que, sin tener lazos espirituales con la Iglesia, comulgan sinceramente con esos mismos contenidos que el nuevo Papa ha venido a desempolvar. O no les parece todavía que sea algo que le sirva a la sociedad o probablemente, les falte decisión interior para asumirlos como propios. 
Hay en la Argentina, sin embargo, un movimiento que por tradición está mucho más cercano a la Doctrina Social de la Iglesia que otras vertientes ideológicas: el peronismo, aunque está claro que su fragmentación ideológica, de la cual el kirchnerismo es sólo el último catalizador de una larga hilera, hoy le impide marchar unido detrás de la fuente que siempre reconoció su propio creador. Por ser contemporáneo a Bergoglio y por haberlo llamado el ‘jefe de la oposición‘ en sus tiempos de cardenal, puntualmente el peronismo K arranca en esta carrera con desventaja, por más que Cristina Fernández haya hecho una voltereta conceptual de reacomodamiento y ahora busque acercarse otra vez para ver si la visita al Vaticano le permite retomar cierta iniciativa.