Es una planta de temporada otoñal, los crisantemos (Chrysanthemum), son un género de alrededor de 30 especies, de fanerógamas perennes en la familia Asteraceae.
Son hierbas sufruticosas, perennes, alcanzan un tamaño de hasta 1,5 m de alto, aromáticas; tallos erectos o patentes, frondosos. Hojas alternas, lobadas, lanceoladas a ovadas, con segmentos gruesamente dentados, haz glabra, envés piloso, pecíolos de 4 cm de largo.
Pertenecientes a la familia de las Compuestas (como el girasol y las margaritas), los crisantemos tienen infinitas formas cultivadas que vuelven bastante difícil su clasificación botánica. Probablemente, la mayoría de los híbridos provienen de la especie Chrysanthemun sinense, originaria especialmente de China y Japón, de color amarillo y con 2.500 años de antigüedad y de sus cruzamientos con Chrysanthemum morífolium, Chrysanthemum rubellum y Chrysanthemum koreanum.
Entre los utilizados para jardinería, hay básicamente dos tipos con floración otoñal, que llamamos comúnmente Crisantemos y San Vicente.
Se distinguen entre ellos porque los crisantemos son más grandes tanto en altura de la planta como en el diámetro de las flores. Producen varias flores en cada tallo (en realidad cada una de las que llamamos flores es una inflorescencia, que contiene, a veces, varios cientos de flores), que pueden ser aplanadas o más o menos esféricas y que tienen variados colores, rojo, amarillo, naranja, rosado, lila y blanco.
Los San Vicente, que comienzan a florecer unos 20 días antes que los crisantemos, son formas más o menos enanas de los anteriores y suelen producir una cantidad mucho mayor de flores por cada tallo, formando verdaderas masas redondeadas de color. En este caso, las flores son bastante simples y de forma aplanada. Las plantas adultas normalmente no sobrepasan los 50 centímetros de altura, aunque comienzan a florecer con sólo 15 centímetros.
– Las plantas de crisantemos pueden durar varios años si las ponemos en canteros soleados y protegidos de las heladas. Cuando se plantan, convendrá elegir sitios con buen drenaje para que el posible estancamiento de agua no favorezca la aparición de hongos y la pudrición. Las enfermedades más comunes que los afectan son el oidio, con aspecto de manchas blanquecinas aterciopeladas y la roya, que se presenta como ampollas marrón anaranjado en el revés de las hojas.
– Cuando deseamos conservar la planta de un año para el otro, habrá que podarlos bien bajitos una vez que hayan terminado de florecer, a principios del invierno. De esta forma, volverán a brotar durante la primavera produciendo plantas vigorosas. Antes del verano convendrá volver a podarlos, para evitar la formación de tallos gruesos y poco elegantes. Con este tratamiento, se volverán a cubrir de flores al otoño siguiente y durante varios otoños más.
– Cuando los inviernos son muy rigurosos y las temperaturas desciendan por debajo de 5¦C convendrá darles algo de protección o renovarlos todos los años.
– Se pueden cultivar los gajitos obtenidos de la poda de primavera. Se cortan gajos de 6 a 7 cm. de largo, por debajo de la axila de una hoja, se dejan solamente dos pares de hojas, eliminando las inferiores y se introduce la base del gajo en hormonas de enraizamiento (de las que pueden comprarse en el vivero). Hecho esto, se plantan en macetitas individuales con una mezcla liviana y se riegan bien. Prenden con bastante facilidad y darán flores en el primer otoño. Para obtener plantas bien formadas hay que despuntarlas cuando alcancen los 15 cm. de altura, de esta forma ramifican y forman matas.
– Es una planta de floración otoñal. Encontramos una gran variedad, esparcida en tres tallos. Hay flores simples, dobles y compuestas. Lo más sobresaliente es la gran variedad de colores y combinaciones que hay. Algunas variedades requieren de tutores en el período de floración. Son de pleno sol y necesitan suelos sueltos y húmedos.
