Cuatro triunfos, siete goles a favor. Argentina ya entre los 8 mejores de Brasil 2014. Números que marcan el éxito parcial de una participación que, al menos, quiere terminar recién el domingo 13, nunca antes. Pero esos 390 minutos que lleva ya jugados en Brasil, sirvieron para que varios cambiaran su camiseta dentro del propio plantel, en la consideración de la gente y en el análisis del entrenador. De ser absolutamente indiscutidos en la previa, unos pasaron a ser cuestionados totalmente. Otros, de ser más que cuestionados y objetados en el camino previo al Mundial, pasaron a ser pilares de una campaña que no luce pero rinde. Ese es Argentina intrínsecamente. Más allá de Messi, hay movilidad intestina.
Aquellos que eran fija, que no se los discutía, que se los respetaba tenían en Gonzalo Higuaín al más referente de todos. El Pipita por goles y ascendencia dentro del grupo, era el 9 de Argentina saliera el sol por donde saliera. Pero en Brasil, la versión del ex-River es apenas discreta. Frágil, lento, irresoluto. Sabella lo banca a muerte pero Higuaín juega en contra de sí mismo hasta ahora.
En la defensa, Federico Fernández era y es un capricho de Sabella. Lo moldeó en su Estudiantes y lo bancó siempre. Convenció en eliminatorias pero en el Mundial, el zaguero es de lo más flojito de todo el equipo en su función específica que no es menor ante la apuesta ofensiva de Argentina que se adelanta y deja espacios. Fernández no ha podido ofrecer garantías y de ser uno de los mimados, hoy está cuestionado.
En la generación, en la salida clara y la primera asistencia a Messi, el nombre de Fernando Gago había sido vital en el camino previo a Brasil. Con Gago en la cancha, Argentina había tenido verticalidad en la salida pero en lo que va del Mundial, Pintita está en deuda. Intenta pero está impreciso y es conspira contra el juego colectivo del equipo. Era camiseta puesta para todos pero hoy lo miran de reojo.
En la contracara, el nombre del arquero Sergio Romero se ha convertido en el ícono de los resistidos que hoy son elementales. Chiquito fue más que cuestionado en la previa porque su presente no tenía continuidad atajando. Para colmo, Romero no había mostrado seguridad en los amistosos. Pero a la hora del Mundial, se agrandó más todavía y se fue ganando el arco con nombre propio. Apareció en los momentos clave y sostuvo a todos.
El otro que se ganó la camiseta titular fue Marcos Rojo, otro de los productos de Sabella. El lateral no tenía consenso en la previa pero en los tres primeros partidos se convirtió en el dueño del lateral. Incluso llegando al gol. Rojo es el jugador emblema de esta situación dentro del plantel.
Finalmente, el párrafo aparte en la consideración lo que sucedió con el Pocho Lavezzi. Un jugador que siempre fue del riñón de Sabella pero que en la cancha no respondía del todo. entró por Agüero, hizo locuras y la platea femenina terminó poniéndolo entre los intocables de este modelo nacional en Brasil.
