En Cartagena de Indias, la bella ciudad colombiana, hay un monumento a "Los zapatos viejos". Es una copia del original realizado en 1957, por el escultor Tito Lombana y que durante 37 años permaneció en el barrio Getsemaní. Para dar paso a una avenida fue demolido, pues estaba hecho en hormigón. Otro de los hermanos Lombana, también escultor, realizó la copia en bronce que hoy está ubicada detrás del castillo San Felipe de Barajas. La obra es un homenaje a un soneto del poeta Luis Carlos López, que compara a Cartagena con esos zapatos o botas viejas con los que uno se encariña y no se quiere desprender. A la noble ciudad amurallada la evoca en los "tiempos de la cruz y de la espada, del humilde candil y las pajuelas". En los "tiempos heroicos coloniales" que dejaron atrás "su edad de folletín" y alejaron "para siempre, las carabelas de sus radas". Para concluir: "Mas hoy, plena de rancio desaliño, bien puedes inspirar ese cariño, que uno le tiene a sus zapatos viejos…".
Visitar los zapatos y sacarse una foto dentro o fuera de ellos, es algo que hacen los turistas, armados de paciencia para esperar el turno y sobrellevar el acoso de los vendedores ambulantes que, incansables, ofrecen sus artesanías. La escultura, recuerda al poeta nacido allí en 1879 y fallecido en 1950. Poco publicó en vida y sus méritos fueron reconocidos, tiempo después, mientras se recopilaba y publicaba su obra. Hoy muchos lo consideran un destacado poeta colombiano del siglo XX, sino el más grande. Adentrándose en su vida y obra se descubre un personaje muy especial. Tímido, de sonrisa fácil, era delgado y vestía siempre de traje blanco y sombrero. Sus estudios de medicina se interrumpieron por la Guerra de los Mil Días y tuvo que atender la tienda familiar, tareas que matizaba con tertulias literarias con amigos y clases de pintura y dibujo. Menesteres que le permitían observar con agudeza los comportamientos de los cartageneros y con una innata inspiración poética, plasmar sus sentimientos en irreverentes poesías. De allí que sus contemporáneos académicos lo consideraran un "sonetista pueblerino", un "versificador de chistes"b . Y es que el poeta se burlaba de la realidad colombiana, excluyendo de cuajo el idealismo romántico. Hizo una sola poesía romántica a una muchacha que salía de misa. Más tarde fue su mujer para toda la vida. Sus temas eran lo aparentemente intrascendente de lo cotidiano, resaltando con simpatía, personas y cosas humildes. En sus poesías aparecen el juez, el barbero, su abuela, el cura, la guanábana, el mango a los que contemplaba con ironía caricaturesca. Así fue pintando la pacatería de la vida colombiana de aquellos tiempos con un realismo y sonoridad sorprendentes. Versos siempre listos a la crítica y la carcajada y detrás el desencanto y la melancolía. Se burlaba de la realidad y también de sí mismo. Era bizco de nacimiento por lo que se definía "bisojo y medio cínico, de cáustica sonrisa a lo Voltaire". Algunos consideran que "el tuerto López", como lo llamaban, contribuyó a apagar los acordes románticos de la poesía, tarea iniciada por José Asunción Silva en sus "Nocturnos" y completada por el mexicano Enrique González Martínez, con su poema "Tuércele el cuello al cisne". En alusión a ella, López le escribió a Unamuno: "Le he retorcido el pescuezo al pollo. ¡Póngale usted la salsa, don Miguel!". Así, a quien naciera con el rimbombante nombre de Luis Carlos Bernabé del Monte Carmelo López Escauriaza, en una casa de dos plantas que aún existe en la calle del Tablón de la Ciudad Vieja, muchos años después, se lo reivindicó. El cubano Nicolás Guillén habló de "la carcajada dolorosa" de López. Rubén Darío, Unamuno, Vicente Huidobro reconocieron el valor de su poesía posmodernista y el Gran Gabo (García Márquez) le dedicó unos párrafos al Tuerto en "Vivir para contarla". Para terminar esta evocación he elegido una de sus poesías basada en una escena instantánea, titulada "Apuntes callejeros", que al leerla es como si uno la estuviera viendo.
En vida expresó que no quería estatuas en su memoria. Los cartageneros respetaron sus deseos. "Los zapatos viejos", recuerdan su poesía y están allí para que muchos la conozcamos y nos deleitemos con ella.
