Los equipos de descontaminación húngaros trabajaban ayer contrarreloj para evitar que el derrame tóxico que ha devastado el Oeste de Hungría llegue al Danubio, el segundo río más largo de Europa, y que el desastre ecológico adquiera consecuencias aún más dramáticas.
En las últimas horas se han vertido toneladas de yeso desde los puentes sobre el río Marcal para tratar de contener la ola tóxica que aniquila todo rastro de vida a su paso y evitar que desemboque en el río Raab, afluente del Danubio, que se encuentra a unos 100 kilómetros.
Cientos de personas fueron evacuadas después de que una presa gigante con sedimentos se rompiera el lunes en una planta de aluminio en Ajka, una ciudad ubicada a 160 kilómetros al suroeste de Budapest, la capital húngara.
Para ayer, el enorme depósito, de más de 300 metros de largo y 450 metros de ancho, ya no registraba más fuga de sedimentos, en tanto que se construía un muro de protección de tres niveles en torno a la zona dañada.
Este lodo rojo, producto de desecho en la producción del aluminio, contiene metales pesados y es tóxico si se ingiere. Las autoridades explicaron que se trataba de barro de bauxita, un desecho de la fabricación de aluminio, del que Hungría es uno de los mayores productores.
"Esperamos poder parar la contaminación antes de que llegue hasta el Danubio", dijo ayer el ministro de Interior húngaro, Sándor Pintér. Alrededor de 40 kilómetros cuadrados en los que viven 7.000 personas han quedado anegados por una capa de varios centímetros de fango rojo contaminante, altamente venenoso, que ha causado un desastre medioambiental sin precedentes en el país.
Medio millar de personas equipadas con trajes especiales y dispositivos de agua a presión tratan ahora de descontaminar las viviendas y las calles de las poblaciones afectadas. El vertido rojo arrasó el lunes la población de Kolontar y otras dos localidades en el Oeste de Hungría, tras producirse una fuga en una enorme piscina de contención en la planta Ajkai Timfoldgyar, propiedad de MAL.
El martes, se sumaban otras cuatro poblaciones afectadas. El derrame dañó puentes y casas, obligando a evacuar a unos 500 vecinos. Según la empresa, vientos y lluvias fuertes habrían afectado las paredes del contenedor, que se rompió.
El secretario de Estado para el Medio Ambiente, Zoltán Illés, cree que habrá que retirar dos centímetros de tierra en la región afectada para que la zona pueda volver a cultivarse, lo que podría llevar al menos un año.
La población también corre un gran riesgo, porque cuando se seque el lodo puede contaminar el aire y con los vientos extender su poder destructor, han advertido los ecologistas. El enorme poder contaminante del fango ha causado ya la
inseguridad de muchos de los damnificados, que se plantean no volver a sus viviendas.
