El campeonato que consiguió Carlos Santaella el domingo pasado en la Clase 1 del Zonal Cuyano contiene muchas historias. Su esfuerzo se vio recompensado de la mejor manera, en un final que él mismo define de película ya que el sábado, después de la clasificación sentía que necesitaba un milagro para llegar al premio mayor. Y lo alcanzó. Fue su primer título (antes había cosechado un subcampeonato en el desaparecido Sanjuanino), con el modelo que siempre compitió, Fiat 600, desde que arrancó en 1998 y con el equipo que lo acompaña desde hace varias temporadas, el Solís Competición.
Toda una historia fue la etapa previa al Premio Coronación. A la última fecha llegaba segundo en el campeonato, con 5,5 puntos detrás de Fernando Persia, y decidió que además de tratar de tener el mejor auto posible, debía trabajar para que el parque superara los 10 vehículos, así se ponían en juego la totalidad de puntos posibles. "Convencí a algunos indecisos que se inscribieran, pero lo mejor fue que compré dos autos (corrieron en ellos Vicente Mestre y Mauricio Guidet) para que no se otorgara en esa fecha el cincuenta por ciento de los puntos", contó el flamante campeón.
Consiguió ese objetivo pero los resultados de la jornada clasificatoria fueron negativos. Una falla en el "Fito" rojo que no podían detectar fue perjudicial al extremo que salió muy tarde a clasificar y no pudo intentar ni una vuelta rápida, mientras la pole quedaba en poder de Persia. La diferencia pasó a ser de 10,5 puntos. "Después de eso sentía que necesitaba un milagro. Los muchachos del equipo fueron quienes me sostuvieron anímicamente para que saliera a correr el domingo", reconoció abiertamente.
Y lo menos pensado… sucedió. Como si fuera escrito por un guionista, Santaella terminó siendo protagonista principal el pasado domingo. Tras descubrir que el origen del problema estaba en la bomba de nafta, ""el auto era un misil", recordó el campeón. Partió en la novena posición y en la primer curva se posicionaba cuarto. Y en cada vuelta, una emoción. En el segundo giro era escolta de Persia. "Yo veía que tenía mejor auto pero lo "prepié" un par de vueltas, para ver si podía desgastarlo", tiró. Promediando la carrera, pasó al frente, pero todavía no era suficiente. Para quedarse con los laureles, las cuentas indicaban que al menos debía ganar y Persia, arribar quinto. El suspenso fue en aumento. Persia perdía rendimiento en la pista de su Fiat 600 y Santaella debía defender el liderazgo con uñas y dientes ante la Renoleta del sanrafaelino Herrero. Persia caía al quinto lugar y Santaella seguía presionado por Herrero. Se cortaba el cable del acelerador del escolta y era la mejor noticia para Persia, porque quedaba cuarto. Y en el último giro, Santaella vio también al costado de la pista el Fiat del actual campeón detenido. "Habían pasado tantas cosas que no sabía si festejar o no. Cuando ví que me hicieron la señal del 1 con el dedo índice, empecé a caer que era el campeón", completó Santaella.
El autódromo de San Martín, Mendoza, fue su momento de gloria deportiva.
Luego, parte de la historia de los festejos. "Compramos un jamón en Media Agua y nos fuimos a festejar al taller del equipo", señaló y la sonrisa le aparece espontáneamente. Y de las promesas: "Con mi esposa Gabriela y mis tres hijos iremos a la Difunta Correa, a San Expedito y a la Virgen del Valle, en Catamarca". Reconoció que se encuentra un poco sorprendido por las repercusiones en los medios. Y siempre aprovecha la ocasión para hacer una dedicatoria especial: "A mi tío Julio Cuadra, que siempre me acompañó". Frase para empezar con los créditos de un campeonato de película.
