La propuesta de una clínica de fertilidad de Los Angeles, Estados Unidos, de ofrecer a los futuros padres la posibilidad de elegir el sexo de su bebé o algunos de sus rasgos físicos, como el color del pelo o los ojos, constituye un grave atentado ético.
El centro médico asegura que ya cuenta con doce pedidos, según el diario The Wall Street Journal, para obtener el "niño a la carta". La clínica emplearía el denominado diagnóstico genético preimplantacional (DGP), utilizado hasta ahora con fines puramente médicos, que consiste en la selección de embriones para eliminar la carga genética de determinadas enfermedades hereditarias. En octubre pasado, nació en España el primer bebé seleccionado para curar a su hermano, que sufre una enfermedad hereditaria. Mediante el DGP, los embriones obtenidos a través de la fecundación "in vitro" son examinados para seleccionar aquellos que no sean portadores del factor genético que puede dar lugar al desarrollo de la enfermedad heredada. Entre los seleccionados, se implantan en el útero materno los embriones que presentan el perfil de compatibilidad genética más adecuado con el hermano enfermo. Los demás son destruidos o congelados.
El nacimiento de una persona humana no puede ir acompañada de la destrucción de otras, sus propios hermanos, a los que se les priva del derecho fundamental a la vida. Hay hechos científicos que se califican como un éxito o un progreso notable. Sin embargo, someter la vida humana a criterios de pura eficacia técnica o gustos estéticos supone reducir la dignidad de la persona a un mero valor de utilidad o capricho. Conviene recordar la injusticia que se comete con los seres humanos producidos en laboratorio, al ser tratados como un mero producto conseguido por el dominio instrumental de los técnicos.
La dignidad humana exige que los niños no sean producidos sino procreados. Por tratarse de una relación puramente personal, no instrumental, la procreación es conforme a la dignidad personal del niño procreado, que viene así al mundo como un don otorgado a la mutua entrega personal de los padres. Así como es ilícito que un niño, que presenta o que podría presentar defectos, sea eliminado por selección negativa, también es ilícito que se haga una selección que obedezca únicamente a los deseos de los padres. Los planteamientos emotivos encaminados a justificar estas prácticas con la posibilidad de obtener "niños a la carta" o "bebés medicamento" resultan inaceptables.
El hombre por ser hombre se merece un inicio digno como fruto del amor y no de la tecnología.
