Se recuerda durante este mes el centenario del fallecimiento del general de división del Ejército Argentino, Lucio Victorio Mansilla, ocurrida en la ciudad de París, en 1913. Este militar había nacido en Buenos Aires, en septiembre de 1831, y se destacó además por ser periodista, escritor, político y diplomático. En una de sus más brillantes etapas de su multifacética vida escribió el libro "Una excursión a los indios ranqueles”, con el que saltó a la fama debido a la magistral forma de narrar su expedición y su encuentro con los capitanejos ranqueles.
La obra de Mansilla fue publicada a modo de cartas que dirigía a un amigo llamado Santiago Arcos, que residía en España y que sirvió de nexo con un diario de la época titulado "La Tribuna”, entre el 20 de mayo y el 7 de septiembre de 1870.
Las apostillas fueron luego publicadas como libro y recibieron el primer premio en 1875 en el Congreso Geográfico Internacional de París.
El texto es sumamente ameno, de interés atrapante y grata lectura. Un importante referente a la hora de querer saber como era la vida de los aborígenes y el paisaje en esa región de la llanura pampeana.
Lucio Victorio, era hijo primogénito del coronel federal Lucio Norberto Mansilla, considerado héroe de la batalla de la Vuelta de Obligado, y de Agustina Ortiz de Rosas, décima hermana de Juan Manuel de Rosas, conocida como la belleza de la federación.
Después de una juventud signada por distintas vivencias, tanto en lo laboral como en lo afectivo, lo que lo llevó a viajar por distintas partes del mundo y defender sus afectos, tuvo experiencias significativas como compartir con Domingo Faustino Sarmiento un viaje a Brasil y luego trabajar para su causa.
Promediando 1856, se dedicó al periodismo con importante gravitación en el medio en el que desarrolló su actividad. Luego fue secretario de José María del Carril, diputado por Santiago del Estero, y secretario de la Convención Constituyente de 1860 llevada a cabo como consecuencia del tratado de San José de Flores, luego del triunfo de Urquiza en la batalla de Cepeda (1859), por el cual Buenos Aires se unía a la Confederación con la condición de revisar la Constitución de 1853 que se había realizado sin su participación.
Intervino en la Guerra del Paraguay; asistió a la batalla de Humaitá y a los combates de Estero Bellaco, Tuyutí, Boquerón y Sauce. En 1868 alcanzó los grados de mayor y teniente coronel y se desempeñó como secretario militar del general Emilio Mitre hasta que dejó en su reemplazo a su amigo el teniente coronel Agustín Mariño. Más adelante ascendió a coronel, gracias a su apoyo a la campaña a la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento. En virtud de ello, pretendió que el sanjuanino lo nombrara ministro de guerra de su gabinete, pero éste no accedió y en cambio lo destinó al servicio de la frontera sur de Córdoba, bajo las órdenes del general Arredondo.
Al nombrársele comandante de las fronteras del sur de Córdoba se internó en el desierto acompañado de dos frailes franciscanos y con una pequeña escolta para tratar pacíficamente con los indios.
Como resultado de esta experiencia escribió su obra literaria más conocida referida a los indios ranqueles. Esta obra, en la que narra su encuentro con el cacique Pagitruz Guor, hijo del gran cacique Paine que a su vez descendía de Yanquetruz, está escrita en un lenguaje coloquial y ameno, poco frecuente en la literatura de aquel entonces, como si se tratara de una larga conversación con un amigo. Se sostiene que es probable que su técnica narrativa, en la que es frecuente el arte de crear expectativa para luego defraudarla de golpe, la digresión, la insinuación elíptica y el suspenso; la haya aprendido de los gauchos con los que convivió en su vida.
Mansilla definió con lucidez los caracteres y comportamientos de los ranqueles y de los cautivos blancos secuestrados por ellos o que a la inversa buscaron refugio en las tolderías, perseguidos por el gobierno. Describe bien a los caciques y sus costumbres; y sus impresiones sobre los aborígenes y su constitución familiar, su idioma, religión, administración y comercio. Son además destacables sus descripciones paisajísticas. No obstante, incurrió en varias equivocaciones, producto del poco conocimiento que se tenía sobre el origen de las poblaciones indígenas. Por ejemplo en el primer capítulo dice que los ranqueles eran parte de las tribus araucanas venidas de Chile e instaladas del lado oriental de la Cordillera después de cruzar los ríos Negro y Colorado. Esto constituye un error etnográfico, ya que los ranqueles son una conjunción de pehuenches del norte de Neuquén y sur de Mendoza con grupos pampeanos. Más adelante explica al cacique Rosas, intentando demostrarle la "superioridad” del euro-criollo, que el ranquel usa poncho porque lo aprendió de los "blancos”, cuando fue al revés.
Pese a los errores mencionados, la obra resultó con el tiempo ser de un gran aporte al conocimiento del aborigen de esas regiones.
