La forma, el sabor y sus propiedades alimenticias, hacen de la manzana que sea uno de los frutos preferidos por el ser humano. Su consumo en estado natural, hace que estemos frente a un postre con propiedades alimenticias y curativas de singulares características. Por otra parte, la sidra que con ella se elabora se viene sirviendo desde siglos. Su destilado, llamado calvado, ha entibiado las gélidas noches de invierno de nuestros abuelos y las tartas, que las abuelas elaboran artesanalmente desde tiempos inmemoriales, hacen las delicias de hijos y nietos. Asimismo, desecadas sirven para hacer la más exquisita compota en el invierno, cuando el manzano se encuentra en receso.
Desde el punto de vista religioso y trascendental, el Génesis nos señala a la manzana como el fruto del árbol prohibido, la que Adam y Eva no debían comer para evitar el "pecado original" con el que quedaron condenados los humanos.
Desde el punto de vista estrictamente científico, la manzana fue protagonista de una particular experiencia que provocó que Isaac Newton pusiera de manifiesto la existencia de la Ley de la Gravedad. El médico y físico Stukeley en "Memorias de Sir Isaac Newton" (1752) señala que mientras Newton descansaba bajo un frondoso manzano, vio caer una manzana madura, lo que indicaba que los cuerpos eran atraídos hacia el centro de la Tierra.
Hay otro hecho curioso en la historia de la economía y de la sociología en la que también fue protagonista la manzana como postre y en relación al consumidor.
Claude Henri, de Rouvroy, Conde de Saint Simón, en ocasión de visitar un restaurante de Marsella en el Siglo XVIII, preguntó por el precio de una manzana y entró a pensar en cada uno de los eslabones que los unía: el fruticultor que preparó el suelo y sembró el árbol y tuvo que esperar 5 años para cortar la primera manzana; el que compró la manzana en la quinta y la empacó pagando materiales y mano de obra; el transportista que la trasladó al frigorífico; el que le suministró frío para conservarla para cuando el consumidor la solicitara; el comerciante acopiador, que compró la manzana producida, empacada, transportada y enfriada, la que fue nuevamente transportada al mercado mayorista de distribución, para ser adquirida por otro eslabón que la volvía a transportar al mercado de abastos, poniéndola allí a disposición del último eslabón; el consumidor.
Todos y cada uno de los eslabones son empresarios que han coordinado los factores tierra, trabajo y capital y han creado un poquito de riqueza cada uno, riqueza que debe ser repartida entre los factores de la producción. Y acá se viene lo sabroso del análisis del Conde de Saint Simón, que inspiro a su discípulo Charles Fourier y por su intermedio a nuestro comprovinciano Domingo Faustino Sarmiento, según lo manifestara desde Rúan (Francia) en una carta a Carlos Tejedor, en 1847. La cadena de valor, según Saint Simón, nace en el productor y terminaba en el consumidor, o si se quiere hay todo un sistema económico en el que el Estado debe promover a los productores a que se unan entre sí y formen asociaciones que hagan todo lo posible por operar, llegando, lo mas cerca del consumidor, eliminando la intermediación, y lo que es más importante, compartir la renta de la intermediación entre los productores y consumidores. Por el otro lado, el mismo Estado, debe promover que los consumidores se asocien entre si y que sus organizaciones lleguen lo más cerca posible del eslabón productor, logrando de esa manera eliminar la intermediación innecesaria y su renta distribuirla como mayor renta para los productores y mayor ahorro para los consumidores.
Sus escritos sobre el tema lo podemos leer en "El Catecismo de los Industriales"; "La Industria" o "El Sistema" editados todos a fines del siglo XVIII y principios del XIX.
La renta de la intermediación innecesaria permitirá aumentar la renta del productor y el ahorro del consumidor, esta es la postura de la Economía Social, que es distinta a la de la economía tradicional capitalista, que no sabe diferenciar la economía real -la que promueve Saint Simón- de la economía virtual que es la que genera la intermediación innecesaria, con sus rentas, favoreciendo al capital, en detrimento del trabajo y del medio ambiente o naturaleza. Durante los últimos 200 años este esquema lo único que ha logrado es que el sistema capitalista absorba las ganancias, mientras que el Estado, las pérdidas.
Esta intermediación es la que interviene en la fijación de los precios, es la generadora, junto con el Estado de los proceso inflacionarios, es la que impide que el equilibrio monetario este dado por la cantidad de dinero multiplicado por la velocidad de circulación, en igualdad con la cantidad de producto nacional multiplicado por su precio, en definitiva es todo lo que no tiene nada que ver con la economía real, con la que se palpa en la calle.
La manzana de Saint Simón, que se le sirvió de postre en el Restaurante de Marsella hacen 250 años, sigue hoy todavía siendo víctima del mismo proceso, mientras los ricos son cada vez mas ricos, los pobres cada vez mas pobres, la población sigue creciendo geométricamente y los alimentos aritméticamente.
