Es una obra fuerte, profunda. Estas mujeres privadas de la libertad, y cómo intentan comunicarse para sobrevivir. Mi personaje es de clase alta y empieza a relacionarse con el de Marta (González) desde la indiferencia, la violencia, para terminar en una gran hermandad entre ellas. Se muestra algo del abuso de poder dentro del sistema carcelario, aún cuando está ubicada en Francia. Es un melodramón, pero no deja de tener humor, quizás más ácido, humor negro. La gente queda realmente conmocionada, emocionada y el aplauso final es una caricia al alma, porque la gente aplaude de pie. No pueden perdérsela porque es un desafío arriba del escenario con tres actrices, un duelo de una hora cincuenta. Con una iluminación y sonido que es un actor más, porque hay más de 100 tracks de sonidos sobre lo que pasa en el exterior y que se cuela en la celda. La gente se siente también dentro de la cárcel. Y con la iluminación va transcurriendo el día y eso lo hacen con el cambio de luces. Un desafío actoral también, porque tuve que componer este personaje que no tiene nada que ver conmigo: es una mujer muy refinada, obsesionada con el orden, inocente con los códigos de la cárcel. Habla diferente a mí y se mueve muy diferente a mí.
