Una joven de 30 años fue encontrada ayer culpable de haber matado a su hijo recién nacido ahogándolo (la criatura apareció en la mochila del baño) luego de que el chico respirara entre 5 y 15 minutos.

Pero en lugar de recibir perpetua por homicidio agravado por el vínculo, los jueces Eugenio Barbera, Eduardo Gil y el subrogante Matías Parrón (Sala III, Cámara Penal) adhirieron al planteo del fiscal José Eduardo Mallea de que no debía recibir ese duro castigo y sí uno menor (el fiscal pidió 10 años, el tribunal la condenó a 8), por las "circunstancias extraordinarias de atenuación’ que rodearon al crimen.

¿Cuáles? La extrema pobreza: ella, su pareja, Miguel Sosa, y sus siete chicos dormían en un mismo dormitorio de 4 metros por 4 y se mantenían básicamente con la plata de una pasantía que le daban a él, unos $1.800.

Tal era el estado de necesidad que sus vecinos no la veían salir, pues estaba prácticamente encerrada, y la rara vez que se la cruzaban en la calle siempre le notaban la misma ropa: una calza negra remendada y una campera roja. Así, durante 10 años.

Y con una condición aún más terrible: el tremendo estado de soledad y desamparo en el que se veía -según los psicólogos- pues no tenía el apoyo de sus padres ni hermanos y, lo más grave, el de su propia pareja, que mereció un párrafo aparte en el análisis de psicólogos y psiquiatras: el hombre fue calificado como "pusilánime, ineficiente e incapaz de dar sostén o apoyo a alguien’.

Y lo más grave, como un sujeto que sometía sexualmente a la acusada, sin violencia, pero exigiéndole de que se cuidara (él no lo hacía) para que no tuviera más chicos, pues si quedaba embarazada la echaría de la casa, apuntó el fiscal.

Por eso fue que el defensor Faustino Gélvez, aseguró que el sobreseimiento de Sosa no fue ajustado a la realidad. En su alegato lo trató de mentiroso pues aún no le cierra que aquella vez no se metiera a ver por qué su mujer tardó entre 15 y 40 minutos en el baño. Gélvez pidió la absolución de la joven, pues entendió que lo único que se probó fue que ella parió a su octavo hijo, pero no que lo ahogara. En todo caso, adhirió también el planteo fiscal pero pidió el mínimo de la pena: 8 años.

Todo pasó la noche del 20 de septiembre de 2013 en un humilde departamento del fondo de una propiedad en calle Lavalle, en Trinidad, Capital. Al otro día, la pareja de la joven avisó a su familia y a la Policía cuando fue a tirar la cadena de la mochila y notó que no salía agua por el bebé atascado. "Juro por Dios que no lo hice, yo no hice eso’, dijo ayer Zafra, entre lágrimas.