Garnero es un símbolo de la década del ‘90 en Independiente. Pero no solo en el fútbol está relacionada su vida con el Diablo, si no que vivió en los monoblocks de atrás del club desde los dos y hasta los 23 años. Incluso, es socio patrimonial del equipo de Avellaneda. Fue ídolo y campeón en cuatro oportunidades, más allá de las vueltas olímpicas que dio desde la Sexta sin excepción.
Pero el primer corazón de hincha que llevó no es rojo, sino azul y amarillo. Sí, Garnero es simpatizante de Boca y para hacer las cosas más particulares es que se hizo del Xeneize en la cancha de qué equipo. Sí, en la Doble Visera. “Era el Nacional de 1976 y jugaban en la cancha de Independiente la semifinal entre Huracán y Boca. Fuimos a verlo con mi viejo a la cancha, que era hincha de Platense y medio antibostero, y cuando vi entrar a la Doce (la barra de Boca) le dije “yo tengo que ser de este club”, contó, sonriente, Garnero de actuales 42 años y quien es el tercero de tres hermanos, las dos más grandes siendo mujeres.
Garnero nació en Lomas de Zamora el 1 de abril de 1969 y hasta los dos años vivió en el Barrio San José de Temperley. Su padre, que trabajaba en la General Motors, obtuvo una casa en los monoblock cercanos a la cancha de Independiente y entonces emprendió la mudanza con su familia.
Con ocho años fue al club precisamente a acompañar a unos amigos un par de años más grandes y que ya jugaban en la Escuelita de Fútbol de Independiente. Como faltaba uno, el técnico, Osvaldo Mura, lo invitó a participar de un picado y desde entonces nunca más se fue de Independiente. Ya cursaba en el colegio de curas Pio XII de Avellaneda (“no tenía nada de religioso en ese momento”, asumió). El salto a Primera llegó de la mano de Omar Pastoriza en 1990: “Me vio un día jugar y le dijo a Ubaldi, que era compañero mío, que fuera a entrenar desde el otro día con la Primera”, subrayó. Por entonces, Ricardo Bochini transitaba sus últimos años de profesional y Garnero empezaba a ser, para muchos, su sucesor: “El Bocha siempre me trató muy bien. Yo lo empecé a valorar más siendo compañero que como espectador. Hacía las cosas difíciles de forma muy simple”, destacó.
Después vinieron sus momentos de gloria con picos en 1994 y 1995. Su retiro se dio con apenas 32 años y en Independiente. “Lo sentí mucho. El fútbol me quemó la cabeza y decidí que ya era momento de irme. Es el día de hoy que nunca más me prendí en un picado”, expresó. Garnero es papá de Uriel (13 años) y Ian (9 años) y ambos juegan en Estudiantes porque no prefirió evitarles cualquier peso en Independiente por haber jugado en ese club.
