El Papa Benedicto XVI inició ayer una gira de Estado a Gran Bretaña, donde los católicos son minoría, reconociendo por primera vez que la Iglesia en su conjunto, los obispos y el Vaticano, no han sido suficientemente "vigilantes, veloces y decisivos" a la hora de afrontar los casos de abusos sexuales a menores por parte de sacerdotes.
"Tengo que decir que siento una gran tristeza. Tristeza también porque la autoridad de la Iglesia no ha sido lo suficientemente vigilante, ni suficientemente veloz, ni decidida, para tomar las medidas necesarias", dijo Benedicto XVI a los periodistas que le acompañaban en el avión desde Roma a Edimburgo, la primera parada de su viaje, la primera visita de Estado de un papa a Gran Bretaña casi 500 años después de la ruptura con la Iglesia Católica de Enrique VIII en 1534 que dio origen a la Iglesia anglicana, la religión oficial y principal del Reino Unido.
Sobre los curas pederastas, el Papa dijo que "a estas personas culpables hay que excluirlas de toda posibilidad de acceder a los jóvenes".
Para el Pontífice, lo más importante son las víctimas, "ayudarlas para que puedan superar el trauma, recuperar la vida y la confianza en el mensaje de Cristo". Añadió que para que nunca más ocurran estos abusos "es necesaria una prevención en la educación y en la selección de candidatos al sacerdocio’.
El Santo Padre inició ayer el jueves un viaje al Reino Unido pidiendo al país que proteja raíces cristianas y tradición de tolerancia frente a las amenazas de un secularismo agresivo y extremismo ateo.
Más de 100.000 personas, incluidos manifestantes, se congregaron para ver al Pontífice, de 83 años, mientras era conducido por las calles de la capital escocesa llevando una bufanda a cuadros verde.
Benedicto XVI tiene un delicado camino por recorrer en Inglaterra y Escocia, cuidando las relaciones con la Iglesia Anglicana después de su oferta en octubre pasado de facilitar la conversión de anglicanos descontentos por la ordenación de mujeres y obispos homosexuales.
Tras ser saludado por la reina Isabel – principal responsable de la Iglesia de Inglaterra fundada cuando Enrique VIII rompió con Roma en 1534 -, el Papa se refirió al aspecto central de su mensaje en su primer discurso en tierras británicas como líder de la Iglesia Católica Romana.
El vicario de Cristo habló de las "profundas raíces cristianas que aún están presentes en todos los ámbitos de la vida británica".
El Papa, decidido a ganarse a uno de los países más seculares de Europa, recordó a los británicos que estén alerta ante el extremismo, diciendo que los intentos de regímenes totalitarios en el Siglo XX por eliminar a Dios deberían ser lecciones sobre tolerancia.
La reina de Inglaterra también habló de la común herencia cristiana que comparten anglicanos y católicos, así como de su creencia común de que nunca debería permitirse que la religión justifique la violencia. Además, indicó que el diálogo puede transcender "viejos recelos".
