Argentina, con gol de Lionel Messi en tiempo agregado, le ganó a Brasil por 1-0 ante 50 mil personas en el estadio Khalifa Internacional de Doha, Qatar, y cortó la racha de cinco años sin triunfos en el clásico sudamericano. Una corrida del crack rosarino, que concluyó con un zurdazo bajo y esquinado al palo izquierdo del arquero Víctor, sacudió la parsimonia de un partido demasiado amistoso, que perfilaba para un empate sin emociones. El tanto del delantero de Barcelona, la gran atracción del espectáculo en Qatar, sirvió para que el conjunto de Sergio Batista regresara al triunfo (llegaba de perder con Japón 1-0 en Saitama, el 8 de octubre), en el primer amistoso con técnico confirmado hasta 2014. Independientemente de la alegría por el resultado ante los pentacampeones del mundo, el clásico dejó para el equipo +albiceleste+ varios interrogantes en el funcionamiento. Sensación de inestabilidad defensiva transmitió Argentina en el comienzo, a partir de una mejor gestión de la pelota por parte de Brasil, que se tradujo en mayor facilidad para visitar las adyacencias del arco de Sergio Romero.
Dos caras mostró el equipo de Batista: una preocupante en cada retroceso para recuperar la pelota y otra, en ataque, más alentadora cuando sus cuatro atacantes combinaron en campo rival. Si bien las intenciones del equipo argentino son inobjetables, el esquema pensado para la era post Diego Maradona demandará una coordinación sin margen de error para asimilar la descompensación inevitable que se produce al jugar con apenas dos mediocampistas de contención como Javier Mascherano y Ever Banega.
En un juego de mediana intensidad, Brasil ganó las bandas con facilidad y provocó una superioridad numérica imposible de resolver para Javier Zanetti y Gabriel Heinze, los laterales argentinos. Para Argentina fue más cuesta arriba. Messi, vitoreado en cada intervención, participó en las tres ocasiones más peligrosas del equipo de Batista: dos mal resueltas en el área por Javier Zanetti (5m.) y Gonzalo Higuaín (27m.) y la restante frustrada por la mala suerte de un remate propio que rozó el ángulo superior derecho de Víctor (38m.).
La entrada de Ezequiel Lavezzi por Higuaín implicó un reordenamiento táctico en Argentina. Di María se ubicó en el carril izquierdo, Pastore quedó definitivamente en posición de enlace y Messi rotó en ataque con el jugador de Napoli.
Sin embargo esto no alcanzó para cambiar el desarrollo de un partido jugado notoriamente a revoluciones más bajas. El público qatarí, inexperto pero exigente, buscó la motivación con aplausos típicos de la previa de un show musical- pero los intérpretes respondieron a cuentagotas.
Apenas un par de pelotas paradas por cada lado fueron los restos ofensivos de un clásico demasiado amistoso, consumido en la apatía hasta que Messi, destinado al protagonismo permanente, inventó el gol de la demorada victoria en el clásico.
"Ya es hora de ganarle a Brasil”, había anunciado en la previa del partido en Doha.
