A pocos días de terminada la vendimia 2014 podemos decir que los números finales distan mucho de los pronósticos que anunciaban una catástrofe no registrada en la historia de la vitivinicultura de San Juan. Ni los fuertes fríos invernales, las fuertes heladas de primavera, las olas de calor de diciembre y enero y las copiosas lluvias de febrero y marzo, produjeron lo que las terribles sequías de 1968 y 1996 hicieron sobre parrales y viñedos con un lapidario 32% y 31% de merma respectivamente y que siguen firme como la cifra histórica no superada hasta el momento en las estadísticas desde 1930 a la fecha.

En estos últimos 84 años de vitivinicultura nacional, sólo Mendoza tuvo pérdidas de gran magnitud como el 9% de la cosecha 1932 debido a una helada ocurrida el 8 de noviembre de 1931 o el recordado 57% del año 1957 por la severa pandemia causado por el hongo de peronóspora que atacó en plena floración afectando los racimos.

De acuerdo a cifras entregadas al 6 de abril por el INV la merma promedio respecto al 2013 rondaría el 25%, muy por debajo del 40% que se anunciaba desde varios sectores.

Ahora bien vale aclarar que hay un cambio y mucho si analizamos las mermas por rubro. Para San Juan el más afectado fue el sector de la uva de mesa y pasas que al tener variedades de brotación temprana fueron las que más sufrieron los fríos por las tres heladas tardías. Sultanina, Fiesta, Superior, Arizul y Flame, todas variedades sin semilla, tuvieron pérdidas que de acuerdo a zonas y cuarteles rondaron entre un 60% a 80%, no sólo por daño en finca sino por efectos de las lluvias cuando los racimos estaban secando sobre las ripieras a pleno sol. Para esta temporada el sector pasero habrá producido algo más de 8.000 toneladas de pasas, muy por debajo de las 27.000 a 30.000 toneladas anuales que las empresas producen en forma normal.

Este año la uva de mesa y pasa destinadas a bodega (con destino principalmente para jugo de uva concentrado) fue de casi 31 millones de kilos, muy por debajo de los 71 millones del año pasado donde la mitad era de variedades sin semilla, uva que por los bajos precios ofrecidos terminó en los lagares de las bodegas en vez de terminar en los secaderos con destino final de exportación.

Si analizamos los números de la uva ingresada a bodega podemos decir que blancas tempranas como Chardonnay y Viognier sufrieron pérdidas del 30% y 42% respectivamente, golpeando al sector que elabora vinos de alta gama y espumantes. Las otras de este tándem como Chenín y Sauvignon sufrieron mermas del 20% y la UgniBlanc del 24%.

Respecto de las tintas una de las más afectadas ha sido el Tempranillo con el 40%. Pero sin duda por la importancia que revisten el Malbec y el Cabernet Sauvignon han tenido hasta ahora pérdidas del orden del 35% y 30% respectivamente (aunque todavía quedan uvas de las zonas frías como Pedernal, Calingasta y Zonda (La Cienaga). Otro que sufrió es el Merlot con el 24% menos.

La batalladora Bonarda y el plástico aunque hoy delicado Syrah han entregado un 20% y 16% menos uva que el año pasado. El rústico Tannat sólo ha sufrido el 10% de pérdida. Las que se salieron del libreto han sido las tintoreras Aspirant y Alicante Bouschet con un 39% de incremento respecto del 2013. En Mendoza este fenómeno también se ha dado aunque con una suba de solo el 20%. Respecto de las blancas y rosadas comunes son las que menos han sufrido y por la gran producción que tienen son las que han movido la aguja en el promedio general. Pedro Giménez el 7,5%, Torrontés Sanjuanino el 11%, Moscatel el 15% y la Cereza el 13% fueron las caídas..