Como un mar en calma, pero con cielo nublado y asediado por tormentas en el horizonte, el mercado vitivinícola sigue operando sin sobresaltos ni grandes emociones. El primer semestre no ha mostrado caídas en los despachos y más bien evidencia una calma que sostiene operaciones -pocas- y precios -quietos y más bien bajos- en un relativo equilibrio. Abastecidas sus piletas y vasijas de acero y en lavaje los lagares después de la elaboración, las bodegas no mueven el mercado en una prudente espera. Fecovita sólo les recibe algunas partidas a sus socios, RPB compró muy poco este mes y Peñaflor se mueve todavía con lo suyo, por citar los grandes operadores del mercado. Los productores se lamentan del valor del vino básico (el escurrido ronda 1 peso o 1.05, los tintos prácticamente no registran operaciones por el buen stock bodeguero, el mosto sulfitado apenas si supera el precio del escurrido, 1.05 y 1.10 según calidad y varietales desde los 3 o 4 pesos dependiendo de la zona de origen y la elaboración). Los bodegueros mientras tanto, insisten en la tensa espera, afligidos por mermas en el mercado mundial (las exportaciones de la caja de 20 dólares cayó casi un 45 %). Y el aumento incesante de los costos internos, empujados por la inflación que les sigue retaceando el oxígeno.
El INV dio el viernes un informe en el que señala que “el primer semestre se registró un aumento del 3 % en las salidas totales al mercado interno”, comparado con el primer semestre del año pasado, que fue malo. Las salidas de vinos sin mención varietal mejoraron un 2 %, mientras que los varietales subieron un 8 %. Junio dio un tropezón, porque “bajó el despacho total del interno un 11 %, provocado por la fuerte caída de los despachos en vinos sin mención varietal”.
De manera que el principal sostén de la industria, el mercado interno, se mantiene equilibrado en consumo, al menos según indican los consultores de la COVIAR. En cambio, el mercado exterior amaga con días de tormenta.
