Cada noche, cuando Gisela Guzmán acuesta a sus dos hijos en el dormitorio, mira las grietas de la pared y ruega que no vuelva a temblar. El ventilador de techo se está descolgando y casi no puede caminar por la cocina porque el piso está roto. A primera vista, el departamento de la planta baja de la torre 39 del barrio El Vivero, en Santa Lucía, parece una edificación que tiene varias décadas, por lo deteriorado que está. Sin embargo, estas viviendas fueron entregadas por el IPV hace 15 años. Pero como tres torres se están hundiendo, la construcción está seriamente comprometida, según el informe que elaboró Planeamiento. Es por eso que los vecinos viven con el temor de que los departamentos se vengan abajo.

Una alfombra en el comedor sirve para tapar las grietas. Gisela sabe que esa no es una solución. Pero al menos no tiene que ver el piso roto cada vez que pasa con sus hijos por esa habitación. "No lo puedo creer. Parece que viviéramos en un rancho. Nunca hubiese imaginado que el departamento iba a terminar en esto", dice la mujer que habita la vivienda más deteriorada de la torre 39. Sucede que este monoblock, al igual que el 37 y 38, se está hundiendo en uno de sus extremos. Esto provocó que toda la construcción ahora esté inclinada. Una situación que Planeamiento corroboró luego de hacer una inspección en marzo pasado. El IPV está al tanto del problema desde los primeros días de abril, y envió a realizar una inspección ocular el jueves pasado.

Las grietas no son nuevas, pero se agudizaron con el terremoto ocurrido en Chile el pasado 27 de febrero, que también se sintió en la provincia. "Desde hace dos años comencé a notar que las paredes comenzaron a agrietarse. Primero pensé que era la pintura, pero cuando el piso comenzó a hundirse, me asusté", cuenta Gisela.

La mujer recuerda con exactitud la madrugada en la que sintió como si el departamento se partiese. "Estaba sola con los dos chicos. No podía salir y sentía que todo crujía. Es algo que temo que suceda de nuevo, porque creo que otro temblor así, no lo vamos a resistir", dice la mujer.

De ahí en más la inclinación de las torres fue notoria. Los caños de las escaleras se separaron de las paredes y las vigas se desprendieron del techo. Con sólo entrar al baño de la familia Guzmán se puede observar el declive, sobre todo en el sector donde está la ducha. Mientras que en la cocina hay una zanja. Es que después de lo ocurrido en febrero, la cañería que va por el piso del departamento se rompió y ahora la están arreglando. "Estamos gastando mucha plata en arreglos que no deberíamos hacer nosotros", agrega Gisela. Mientras, el titular del IPV, Vicente Marrelli, dijo que todavía no saben cuáles son las causas del hundimiento y que recurrirán a especialistas de la universidad para que realicen un estudio.