Casi como una profecía -si se entiende este concepto como "ese don sobrenatural que consiste en conocer por inspiración divina las cosas distantes o futuras o también aquellos designios de Dios"- Mirta Romero se embarcó a principios de este año en una serie de trabajos escultóricos con un tinte religioso. Con esmero soldó y caló capillas, coros de ángeles, altares y atrios de metal que junto a otra veintena de obras a base de vitrofusión, vinculadas a temáticas de la naturaleza, expondrá a partir del próximo viernes 6 de diciembre en el foyer sur del Auditorio Juan Victoria.

Lo que Mirta no tenía confirmado, pese a que lo deseaba con todo su corazón y su fe, es que un tiempo más tarde de haber planificado su trabajo del año como escultora, podría concretar un ansiado viaje a Israel y al Vaticano, dos de las cunas que albergan cada paso del catolicismo. Fue este año y la artista plástica lo considera casi como un mensaje que enriquece su espiritualidad, la que expresa en cada una de sus nuevas esculturas.

"Desde mí” es el nombre que Mirta eligió para la exposición. Ella lo justifica con varias razones: la primera es porque tanto las sietes esculturas religiosas como la veintena que se refieren a la Madre Tierra, las flores, el horizonte, entre otros elementos de la naturaleza y de la cotidianeidad, demuestran la mirada de la artista sobre algunos aspectos de la vida.

"Fue muy motivador para mí hacer esta serie de esculturas religiosas. Creo que puede estar relacionada con el hecho que viví con mucha emoción el nombramiento del padre Bergoglio como el Papa Francisco. Justamente en ese momento estaba trabajando la obra que llamé "Coro de ángeles” (NdR: la obra que ilustra la tapa de este suplemento) y sentía que esos ángeles le estaban cantando, gritando al mundo entero y celebrando que el Papa era nuestro, que el nuevo Papa era argentino. Y por otro lado, este año, luego de dos intentos anteriores, pude concretar un viaje a Israel para conocer Belén, dónde nació Jesucristo; Nazareth, donde predicó; Galilea dónde hizo sus primeros milagros y Jerusalén, donde murió. Ese fue un paseo muy enriquecedor y conmovedor. Algo parecido me sucedió cuando estaba trabajando en la escultura de la Capilla de Nuestra Señora de Fátima y por obra de Dios y del esfuerzo familiar, pude llegar desde el norte de España a Fátima. Fue un impulso enorme que me animó a terminar ese enorme trabajo en madera para esta iglesia de Rawson", se confiesa la escultura que esta vez decidió dejar un poco de lado las maderas y las piedras, dos de los elementos que la han acompañado en gran parte de su carrera, para abocarse de lleno a los metales y el vidrio como protagonistas de sus obras de arte.

"Quien ve mi obra, sabe que yo estoy", resume y da lugar a la segunda de las razones que dan sentido a la denominación de la muestra, quizás tan o más importante que la anterior, es que tanto Mirta como quienes la rodean consideran que ha dejado todo en su trayectoria como artista.

"Realmente en mi trabajo artístico pongo todo de mí e inclusive algunos de mis afectos han llegado a decir que en el arte he dejado la vida, hasta mis vísceras, mis pulmones dado que padezco desde hace un tiempo ya una bronqueostasia crónica producto del polvillo de madera y de piedra de tantos años de pulirlas y aunque me he cuidado con mascarillas, el ambiente dañino es inevitable. Eso sumado, a los gases que emana el horno donde se cocinan las obras de vidrio, la afectación es grande. Además las soldaduras de metales me han provocado problemas en la vista. De todos modos, no decaigo. Sigo haciendo esto que es lo que elegí como modo de vida", explica esta mujer que a días de cumplir 70 años tiene una rutina en torno al taller que tiene armado en su propia casa.

"Por estas cuestiones de salud lo único que modifiqué es que decidí no participar más en los simposios internacionales que implican ir a trabajar en el lugar. Es que representan un gran esfuerzo y una gran exposición al polvillo volátil en el ambiente. Además creo que es un buen momento para dejar ese lugar a artistas más jóvenes. Igual yo sigo produciendo, mi taller sigue activo y así será mientras tenga la fuerza necesaria para trabajar. Además debo confesar que el taller y mi familia por supuesto, son lo que me dan ganas de seguir viviendo", detalla ésta esposa, mamá de 4 hijos y abuela de 7 nietos.

Por supuesto que Mirta no encaró sola esta muestra en la que podrán verse esculturas desde 50 centímetros hasta 3,20 metros. El incentivo para concretar la muestra lo recibió de la Secretaría de Cultura que, a través del Auditorio Juan Victoria la invitaron a mostrar sus trabajos. Pero también vale decir que la acompañaron en este proceso, un amigo de la familia, Carlos Orozco que interpretó muchas de las charlas cotidianas que mantiene -mate de por medio- con la artista y las convirtió en poemas o apenas un texto de presentación de cada obra. Además de su amiga y colega, Susana Villalonga, que es la curadora de la muestra que abre sus puertas para celebrar en Diciembre, que comienza un tiempo de reflexión y espiritualidad.