El momento del gol. Era el final feliz. El cumplimiento de su último deseo como futbolista profesional. Martín Palermo lo había dicho en la conferencia del jueves: "Que ganemos. Y si es con un gol mío, mejor". Marcó el segundo, apenas dos minutos después de la apertura. El gol de Palermo, en el minuto 30 del primer tiempo, fue el que le sirvió a Boca para ponerle la tapa al partido y dejar que se cocine a fuego lento el triunfo en el superclásico.

El momento del cambio. "Paleeermo, Paleeermo, Paleeermo". Fue una avalancha de amor de la tribuna de Boca en reconocimiento a un super héroe que prefirió retirarse antes que lo retiraran. Ahí, Palermo habrá empezado a saborear otras sensaciones. Se despedía de los superclásicos inventando otra joya para adornar su corona. En los números, era su noveno gol ante River en partidos oficiales. Quedaba a uno de Valentín en la tabla histórica. Ya no habrá más.

Antes de pisar el césped del otro lado de la línea de cal lo último que hizo fue darle la cinta de capitán a Riquelme. Con abrazo. Quizás para las cámaras, pero se abrazaron sin problemas. Incluso cuando después fue reemplazado Riquelme, fue a saludarlo en el último rincón del banco de suplentes de Falcioni.

El momento de las lágrimas. Al público en general le encantan las películas con finales felices, donde hay llantos, pero de los de alegría. Y en la película de Palermo no podían faltar. Boca ya celebraba el triunfo y el Titán se abrazaba con su hermano, con otro sentimiento. Con ese para que le rodaran por sus pómulos las últimas gotitas saladas de un océano pletórico de experiencias. Emocionado por completo, Palermo daba sus primeras declaraciones, donde no hacía referencia a que el equipo quedó séptimo, a seis puntos del líder Vélez, que luego perdería. Ni a que está a cinco por una plaza para la Sudamericana. Lo que importaba era lo que sentía en este momento de la película.

Hay varios capítulos "River" del film. Si hay que quedarse con un momento, en ese también hubo lágrimas. Cuando marcó el tercero aquel 24 de mayo de 2000, por los cuartos de final de la Copa Libertadores, justo en el regreso tras su primera lesión complicada. La famosa media vuelta con la muleta.

Restan 5 partidos para que Boca termine esta campaña. Quizás Palermo sintió que podía despedirse tranquilo con el gol que le marcó a Grecia en el Mundial de Sudáfrica. Ayer convirtió en realidad su último deseo.