Hace menos de un año comenzó la movida del Stand Up en San Juan, y ya son ocho los comediantes que se prepararon para hacer reir a un público ávido de escuchar y verse reflejado en quienes deciden desnudar su alma a través de este género artístico. Uno de los precursores fue Luis "Chichón" Hernández, quien descubrió -viviendo en Chile-, que además de cantar le gustaba contarle cosas de su vida cotidiana a los espectadores. Así fue que de vuelta a la provincia comenzó a buscar un espacio y opciones para poder formarse y formar a otras personas que se sumaran a la propuesta. Todo fue más rápido de lo previsto, aunque no menos costoso, teniendo en cuenta que de este primer grupo que hizo cursos y realizó talleres, cuatro han debutado – Ricardo Senar; Liliana Orello; Alejando Flores y el mismo Chichón, en tanto hoy a las 21,30 en Mongo Aurelio, dará su primer paso en el escenario José Miguel Paez (locutor y operador de radio). Sólo quedan sin "subir a las tablas", Orlando Balmaceda; Elena Pizarro y Cecilia García, que forman el equipo de esta primera camada, pero ya tienen todo listo para romper el hielo.
La movida comenzó en agosto cuando convocaron a Federico Marzano, un reconocido comediante mendocino, quien se encargó de dar el ABC para su iniciación. Luego llegaron artistas nacionales quienes no sólo deleitaron al público sino que también ofrecieron talleres a este grupo como Kristof Micholt, discípulo de Judy Carter, actriz que se encargó de dar la estructura para que este género tuviera identidad propia.
La primera incursión de Chichón fue con Mercedes Rivero Prolongo, una conocida actriz local, con quien despuntó el vicio del stand up con gran éxito, pero finalmente no tuvo continuidad. Así fue que el año pasado convocó al grupo mencionado para hacerles la propuesta para empezar a trabajar.
El tema no era, ni es, nada sencillo porque entre las exigencias que impone la estructura del stand up es que el texto debe ser escrito por quien lo dice, a diferencia de un monologo que puede ser redactado por un tercero, o por el mismo protagonista y otros autores. Además deben ser temas vivenciados por el actor que le hayan causado dolor, odio, amor o lo que fuere, pero con un toque de humor.
Las narraciones siempre están ligados a sucesos que vivió el comediante, y a su vez vinculados a quienes lo escuchan por lo que se produce una gran empatía con el público.
"Lo bueno de esto es que todo lo que haces en el escenario es escrito por uno mismo, partiendo de cosas que te molestan, que no entendés, o que te gustan. Debes respetar una estructura y para eso escribís mucho y luego vas puliendo. Además debe ser contado desde el humor y todo eso lo haces vos. El primer tema que elegí está referido a mi hartazgo de pensar que voy a cocinar todos los días de mi vida", explica Liliana.
Alejandro, periodista de profesión, fue el primero que debutó de este grupo en marzo último. "Mi primera actuación estuvo vinculada a mis conflictos con las redes sociales teniendo en cuenta mi edad porque para los chicos es algo natural. Pero ahora ya estoy escribiendo sobre nuevos temas. Hay que tener en cuenta que somos pocos y si queremos variar, una persona podrá, como mucho, ir a verte dos veces con el mismo show, pero no más que eso", indica.
En general en el mundo los "standuperos" -como ellos se denominan-, trabajan solos o con un coach que observa e indica algún cambio para mejorar los textos, pero en el caso de San Juan, han logrado consolidar un equipo de trabajo, que si bien respeta a rajatabla que los textos sean personales, entre ellos realizan las observaciones necesarias para ayudarse a mejorar.
"Chichón" dice que el tema de su primer monologo "no es apto para contar en un medio de comunicación porque tiene que ver con una parte de mi cuerpo que es grande y me molesta mucho (se ríen por la chanza). Pero estoy escribiendo bastante sobre el conflicto de ser separado a los 50, de todo lo que significa volver a vivir en una sociedad distinta, el encuentro con gente que tiene ese nuevo status en la vida. De alguna manera uno escribe siempre de cosas que te pasan y haces catarsis . Es desnudarse por completo".
También Ricardo Senar, el que menos experiencia tenía en esto porque nunca estuvo expuesto a un público, recuerda que "un día respondí a un llamado de Chichón, yo sólo sabía algo del stand up porque lo había visto por la tele, pero nada más. Siempre había sido el bufón entre mis amigos y venía de pasar unas pérdidas personales muy grandes, estaba con un poco de depresión cuando en la primera clase me hicieron hacer un ejercicio en el que explicó el profesor que el stand up era la alquimia del dolor. Lo peor que te pasa pero contado con humor. Así encontré que escribiendo sacaba todo de mi. Fue como un psicólogo pero más barato y logré transformar todo lo malo en algo gracioso".
Todos coinciden que la practica de volcar dolores, escribir sobre ello y encontrar el lado chistoso, resulta una catarsis no sólo para ellos si no también para quienes escuchan y se sienten identificados.
Las rutinas de quienes recién comienzan no superan los 10 o 15 minutos aunque pocos saben que trabajar para ese escaso tiempo puede demandar hasta 10 meses. A medida que la experiencia aumenta, la duración de los shows se extiende, tal es el caso de Roberto Petinatto, que realizó uno de más de una hora la última vez que estuvo en la provincia.
"Otra de las claves del stand up es la identificación personal con el tema del que hablas, algo nada sencillo porque además en esto no tenés un elenco o un soporte que te ayude en algún momento, sos sólo vos", explica Ricardo.
Este grupo tiene la particularidad de ser integrado por gente grande que superó los 40 y los 50 años, mientras que a nivel nacional el grueso de los comediantes "está por debajo de los 35 años, salvo los que empezaron que tienen entre 35 y 40. En cambio en la industria americana la gente es mayor, con más experiencia. Un detalle a tener en cuenta es que la industria del stand es la segunda en importancia en Estados Unidos luego del cine", dice Alejandro.
El camino recorrido es corto, no obstante, todo lo logrado ha sido a fuerza de mucho trabajo y ayuda por parte de Ariel Galván, propietario de Mongo Aurelio, quien les ha facilitado el espacio al que seguramente se sumarán otros con el paso del tiempo.
A este grupo inicial se agrega otro de 10 personas que van desde los 15 a los 40 años y que ya están realizando sus primero estudios y talleres sobre esta actividad que atrapa a cada vez más espectadores.
