Está claro lo que significa la minería en la economía de San Juan.
– Hizo crecer las exportaciones provinciales de un 10% de su producto bruto hace una década a un 32% el año pasado, lo que la hizo saltar al 5to. puesto del ranking nacional y muy por encima de la media nacional del 17%.
– Ubicó a la provincia como mayor destinataria de inversiones directas en el país -dinero constante y sonante que no se imprime- con sólo contar la parte proporcional a Argentina de los 3.000 millones de dólares de Pascua-Lama.
– Ha permitido mejorar los indicadores sociales y los laborales, tanto en materia de desempleo como en calidad de empleo: la minería es el sector que mejores sueldos paga en el país junto al sector petrolero y el gremio minero ha saltado de 300 a 1.200 afiliados en 10 años. Sin contar construcción y otros empleos indirectos.
– Ha generado cientos de nuevas empresas destinadas a prestar servicios mineros: las cámaras de pymes mineras provinciales registran no menos de 300 nuevos proveedoras de los grandes proyectos. Además de las ya existentes que crecieron de manera exponencial.
– He permitido un gran repunte de la recaudación provincial. Los grandes proyectos retienen ingresos brutos a sus proveedores y eso se registra en el marcador: San Juan pasó en 10 años de recaudar menos de $100 anuales a $280 millones en 6 meses, en gran parte por la minería. Sin contar el aporte de la actividad en IVA, Ganancias y retenciones, que van a la Nación y se coparticipan a todas las provincias.
A pesar de todo eso, parece haber mayor interés en la dirigencia nacional por impedirle a esta actividad que funcione que por establecerle un marco legal y político que la obligue a adecuarse a las leyes y a las necesidades ambientales, pero sin anularla.
Eso es lo que surgió del debate en el Congreso de la ley de glaciares esta semana, con la sorpresiva unificación de dos proyectos que habían aparecido como antagónicos: uno del senador Daniel Filmus con media sanción por unanimidad -y aplaudida entonces por todos los bloques- y otra de Miguel Bonasso, de consecuencias serias peligrosas no sólo para la minería sino para las obras de infraestructura como el paso a Chile. Filmus y Bonasso habían mantenido días atrás un crudo debate: el punto neurálgico fue la definición de "ambiente periglaciar", y mientras el senador lo llamaba a los glaciares tapados con escombros, el diputado lo hacía con los lugares congelados de la cordillera, una definición imprecisa y amplia que puede incluir a todo el cordón.
Pues bien, por sorpresa, de ambos proyectos quedó uno solo. Se lo llamó "unificación", pero en realidad se trató de una capitulación del proyecto Filmus en el capítulo clave, el del artículo 2 donde habla de periglaciares, que quedó con la redacción de Bonasso. Todo urgente, en medio de la humillante impetuosidad de Bonasso de tratar casi de analfabetos a los que pidieron tiempo, bajo acusación de no saber leer.
Fue un debate áspero, al borde del insulto y el desprecio. Con una explicación zigzagueante utilizada por Bonasso para eludir una corrección que hubiera permitido no matar la actividad.
Ocurrió cuando el diputado Pinedo -del PRO- dijo a su turno que prohibir la actividad en suelos congelados a los 1.000 hasta 5.000 metros es el equivalente a prohibir la actividad minera en toda la cordillera, y no estaba dispuesto a convalidarlo. Bonasso pidió una interrupción y dijo que no es así: que sólo se trata de terrenos de los alrededores de los glaciares. "Pero el artículo no dice eso", respondió Pinedo.
Luego de la aprobación en general llegó el momento de ir artículo por artículo, y allí Pinedo pidió incorporar la expresión verbal de Bonasso. Que dijera la definición de periglaciar "en la zona circundante a los glaciares", como había dicho el autor del proyecto. Pero Bonasso no permitió la reforma y generó el reclamo de un diputado riojano por lo que estaba viendo y el rechazo de varios diputados al artículo. Se aprobó igual.
La crudeza del debate motivó una inédita aparición en masa de los diputados sanjuaninos -excepto Ibarra, que apoyó a Bonasso-, incluso de algunos a quienes no se les conocían la voz el recinto. Se envalentonó Daniel Tomas preguntándose cómo no vamos a cuidar los sanjuaninos el agua si la historia nos ha enseñado a dosificarla para poder vivir. Juan Carlos Gioja, descalificando la ligereza del debate sobre datos dudosos, aunque él no lo llamó así. Una desacostumbradamente enojada Graciela Caselles y una emocionada Margarita Ferrá, agraviada por sentirse apuntada por corrupta si defiende la actividad de la que viven los sanjuaninos.
Furia uniforme ante lo que ocurría: un tiro al pichón contra los sanjuaninos, que Felipe Solá -precandidato a presidente- intentó negar pero que fue elocuente. La mayor parte de la sesión, el debate no transcurrió alrededor de los glaciares sino alrededor de Barrick y del gobierno provincial.
Fue más o menos así: que desde el Congreso Nacional iban a restaurar lo que la mirada cómplice y liviana de principios de los sanjuaninos deja pasar, es decir la contaminación de glaciares y ríos del país. Fue entonces una contundente y vibrante rebelión de los sanjuaninos ante este mensaje encapsulado: que acá son todos corruptos y vendidos y que sólo el principismo y la limpieza de los legisladores porteños será capaz de corregir.
Que sólo intentó desarticular Agustín Rossi. El santafecino apuntó hacia los que muy sueltos de cuerpo apuntan lejos y disimulan cerca. ¿Porqué no se prohiben -inquirió- la fumigación de los campos pampeanos con aviones? Es muy fácil, cuestionó, legislar sobre los glaciares desde Buenos Aires, sin comprender a los que lo hacen armonizando el cuidado ambiental con el desarrollo económico, como es la minería en las provincias cordilleranas. Y puso el ejemplo de la ley de bosques nativos y los legisladores de las provincias donde funcionan los aserraderos. Fácil, pero de consecuencias inimaginables.
Por eso, estos días suponen una fecha clave en el almanaque de la historia: serán los días en que se frustró una fuente de riqueza para la provincia que jamás volverá a tener, ante una ley difusa y sin precisión y un debate que más que eso fue un despliegue irrespetuoso de descalificaciones. O serán los días en que una defensa en bloque permitió sostener un camino de desarrollo obvio, a falta de praderas verdes para la soja.
Otro parámetro del mismo tono fue Marta Maffei, la ex diputada que hizo el proyecto vetado por la presidenta. Admitió haber sido asesorada por el IANIGLA, el instituto del Conicet que funciona en Mendoza y cuyo presidente Ricardo Villalba dijo en la semana que entre los dos proyectos en danza prefería el de Filmus. Sí, el que murió en el acuerdo con Bonasso.
Cuando fue anoticiada que la estaba escuchando Pablo Milana, otro glaciólogo del Conicet pero sanjuanino y que está emprendiendo el relevamiento de glaciares provincial, probó con una descalificación para estos especialistas: prominero, le dijo.
Milana apuntó que: de esos glaciólogos, muchos fueron contratados por empresas mineras como Xstrata y Barrick; que no lo dejaron participar para rechazar por antifederal e inconsulta a la ley vetada; y que cuando los proyectos contemplaron al Mercedario -de grandes reservas pero lleno de glaciares y atractivos turísticos- fue él quien se opuso y forzaron el retiro del lugar como zona minera.
¿Cómo sigue esta historia? Cristina ya anunció que no vetará la ley que salga, como tal vez especularon muchos, aún sus propios impulsores. Y deberá confrontar en Tribunales con la ley que fue aprobada en la provincia.
El asunto es que el nuevo debate político dispone en general de legisladores desinformados y especuladores, tanto en el bando de los que la atacan y pretenden eliminarla como de los que dicen defenderla.
Los primeros, la curiosa brisa "prohibicionista" que llega desde 1.200 km de distancia. Al pie del Riachuelo, donde cada día se arrojan 88.000 m3 de desechos industriales de 4.000 empresas instaladas a sus márgenes. No se han escuchado propuestas de Solanas, Bonasso o Maffei de cerrar esas industrias contaminantes, y eso que ellos fueron electos por Capital y Buenos Aires, justamente los distritos que divide el Riachuelo.
De los legisladores que dicen que la defienden, porque parece que no lo hicieran. Si es cierto el argumento de que los recursos naturales son de jurisdicción provincial y corresponde a la provincia legislar sobre su cuidado, como invocaron para impulsar una ley esta semana en las legislaturas de todas las provincias mineras, ¿por qué lo hicieron contrareloj y contando los minutos para anticiparse a la ley de glaciares nacional? De esa forma, parece una especulación.
Como lo fue también el absoluto desconocimiento de todos los diputados y senadores que votaron a favor de la ley Maffei para que quedara aprobada por unanimidad. Aquella vez, el proyecto de glaciares fue canjeado por el oficialismo con los sectores de izquierda para que ellos votaran a favor el presupuesto. Y en esa "aprobación unánime" ni siquiera fue debatido el proyecto en el recinto -ni Diputados, ni Senadores- y hasta se bloqueó una comisión para facilitarlo.
Ahora, CFK se mostró dispuesta a enfrentar los golpes e incorporó a la actividad minera decididamente en su agenda. Lo hizo en sus dos últimos viajes: en Canadá, mantuvo una reunión con el dueño de Barrick y en China llevó al jefe del IPEEM sanjuanino, Oscar Azcurra, y al empresario Fabrizio Benedetti. No sin costo, porque la foto con Peter Munk le valió una denuncia de Carrió y Bonasso.
Más allá de eso, conviene un repaso rasante en la historia para tener claro que la minería en San Juan no es una acción sólo de Gioja, ni para bien ni para mal. Hace casi 40 años, el bloquista Gómez Centurión creó el IPEEM para entregar tierras a la exploración minera. Los tratados internacionales -como el que permite Pascua-Lama entre Argentina y Chile- fueron firmados por Escobar y Rojas y del lado chileno firmaron en el Auditorio Eduardo Frei y el entonces canciller y hoy secretario general de la OEA José Insulza. Y a la declaración de impacto ambiental de Veladero la entregó ni más ni menos que Alfredo Avelín. Cualquier paso cambiado será insinuación de una especulación muy cara.
