* Una de las primeras maestras de música de Mores, y quien le dio una oportunidad profesional fue una sanjuanina: Hilda Rufino, conocida como “La Cuyanita”, que joven se fue de la provincia. Profesora de piano y cantante de temas clásicos (hoy tendría 95 años), incursionó en el folclore y decidió contratar a un joven quinceañero para que la acompañara en el piano: era Mariano Mores, que siempre la recuerda. “Así aprendí a tocar folclore. La recuerdo con muchísimo cariño y muy agradecido por la oportunidad que me dio”, dijo una vez Mores a DIARIO DE CUYO.

* En 1999 estaba previsto que Mores tocara en San Juan junto a la Sinfónica de la UNSJ, algo que él deseaba, pero no pudo ser. “Lo único que lamento es no poder tocar con la Orquesta Sinfónica, no sé qué pasó, pedí que me acompañaran lo músicos de la provincia pero no será posible. Es una pena, porque cada vez que viajo al interior quiero compartir el escenario con los intérpretes del lugar. ¡Es una lástima!”, señaló a DIARIO DE CUYO entonces.

* “No debí pensar jamás en lograr tu corazón y sin embargo te busqué hasta que un día te encontré….” Uno de los temas más románticos de la historia del tango es Gricel, con letra de José María “Katunga” Contursi y música compuesta por Mariano Mores. Cuenta una historia de amor intensa y verdadera -con ribetes polémicos para la época- entre Contursi y Susana Gricel Viganó, a la que el poeta conoció estando casado, en Córdoba; y con quien se reencontró años después y se casó. Era una hermosa muchacha relacionada con San Juan. Gricel -que falleció en 1994, 22 años después de él- era prima hermana del reconocido escritor Roald Viganó, hija de Egidio Viganó (hermano Eduardo, padre de Roald). “Ellos nunca vinieron a San Juan, pero yo los traté en Capilla del Monte (donde vivían), porque mi señora es de allá y pasábamos las vacaciones. Era un amor muy entrañable”, comentó ayer Roald a DIARIO DE CUYO.

* Cada vez que el músico actuó en San Juan lo hizo a sala llena. “¿No se cansan?”, preguntó un par de veces. Y siempre tuvo la misma respuesta “¡Nooo!”. Entonces el Maestro esbozaba una sonrisa cómplice, y ponía primera otra vez.