¿Por qué la muerte con su inevitable carga de angustia, agonía y dolor? La muerte constituye el gran problema, el gran "enigma” de la condición humana. Necesitamos respuestas.

Frente al misterio de la muerte se permanece impotente. ¿Quién puede formularse alguna vez la pregunta sin una cuota de miedo? Lo que pensemos de la muerte, determinará en buena medida lo que pensemos del curso de nuestra vida. Por abstracto que parezca, el tema de la muerte tiene aspectos prácticos insospechados, en cuanto nos ayuda o enseña a vivir en tal o cual modo. La pregunta sobre la muerte es la pregunta sobre el sentido de la vida: el hombre, en cuanto finitud constitutiva, es un ser.

La primera tarea del hombre maduro ante la muerte es considerarla como hecho real, inevitable, susceptible de interpretación y de integración a la vida.

Morir no es una posibilidad más sino que es el fin ineludible de nuestra biografía. Pero dentro de sí hay una semilla de eternidad que, por ser irreducible a la sola materia, se levanta contra la muerte, y nos alza la frente hacia un horizonte inacabable, junto a Dios. El espíritu humano pervive más allá de la muerte, justamente porque no es materia.

Quien ama, sabe que la muerte del amado vendrá alguna vez, aunque la embriaguez del amor no le invite a pensar en ello; el que ama acepta el alba y el crepúsculo a la vez y es consciente de que todo alba, lleva en su primera aurora el crepúsculo final.

E. Lévinas anota: "Un amor más fuerte que la muerte: fórmula privilegiada”. Lo que llamamos amor, es fundamentalmente el hecho de que la muerte del otro afecta como la mía. El amor al otro es "la emoción por la muerte del otro. Es mi forma de acoger al prójimo”. Por ello un ideal es morir naturalmente rodeado de los brazos del amor. Sí morir en la ternura, como reflejo de haber vivido en esa ternura. Y además, sabiendo que la ternura del Padre Eterno nos espera.

El sentido de la ayuda al enfermo, al que intenta el suicidio, al depresivo, es intentar descubrir con el sentido de la vida. Ni venimos de la Nada ni somos nada ni vamos hacia ella. Venimos del amor y hemos de transitar nuestra vida en el amor.

Hay que considerar al agua, alimentación por cualquier vía y el alivio de los analgésicos como medios proporcionados y ordinarios de toda terapia para un enfermo terminal. Son medios normales y como tales, obligatorios para todo paciente. Hay que distinguirlos prudentemente de los medios desproporcionados o extraordinarios, que no gozan de una esperanza cierta de éxito o de beneficio para el paciente y como tales puede ser utilizados en lo posible o bien pueden en algún momento, faltar. Aceptar la muerte es aceptar una ley de la vida. Hay que evitar toda forma de eutanasia, pues nadie puede provocar la muerte de otro. Ni anticiparla. Y también evitar el encarnizamiento terapéutico, que brota de una voluntad ciega y emotiva.

En el caso que actualmente es polémico, la niña Camila de 2 años, en estado de vida vegetativo, no hay que optar por la eutanasia. De ningún modo. Esta se daría si se le saca el sostén alimenticio o el agua. Es mejor y deseable incluso que se luche por su vida, y el argumento de "piedad” que se aduce, no es justo ni alcanza para pedir su muerte.

Conclusión. Una reflexión que no da cuenta del problema de la muerte, es una filosofía pobre, y que demuestra una antropología reduccionista. No hay antropología sería sin tanatología integral.

El verdadero filósofo no puede no ocuparse de la muerte pero su preocupación no es mera necrofilia; es el trabajo nobílismo del pensar, que labra la victoria silenciosa sobre la muerte. Su pensamiento, abierto al don de la fe sobrenatural, sabe que quedará ampliado por el horizonte de eternidad que nos aguarda. Nuestra vida no es un paréntesis de ser entre dos nadas, la original y la póstuma. Es Dios Amor quien nos invita al Banquete último.

Quien sostenga que el hombre muere sin más y todo acaba allí, ha de admitir con toda honestidad que una serie de interrogantes lo abruman y no brinda razones a la esperanza y el ansia de inmortalidad que anidan en el corazón humano.