Pasados los festejos vendimiales, la industria vitivinícola volvió a toparse con la realidad de sus cepas. Desde los oasis productivos más castigados por las contingencias climáticas en el Sur de San Juan y en el Este mendocino, la merma de la nueva cosecha se insiste en estimar como más importante los ajustes de fines de febrero anunciados por el INV.
El Instituto Nacional de Vitivinicultura calculó el 33% menos en la provincia de San Juan y 18% menos en Mendoza y 23% la disminución en el total país. Pero, desde diferentes cámaras y asociaciones están apurando al INV y le exigen un ‘estado de situación‘ de los viñedos. Ya no hablan de pronóstico, ni siquiera de ajustes.
Quieren una evaluación pormenorizada de partes de cosecha por zona, variedades, color, pertenencia, etc; es decir, que se haga una fotografía selectiva de lo que efectivamente está marcando el reloj biológico de las plantas. Insisten que la merma es más pronunciada y ya hay sectores del Este mendocino temerosos y argumentan que no estaría la uva suficiente para poder cumplir con el 30% del porcentaje de uva a mosto acordado con San Juan. Es el meollo. Porque la situación contrasta con los anuncios y la posición que fijaron las autoridades mendocinas en el Desayuno de Vendimia en el Hotel Hyatt el sábado pasado, cuando le advirtieron a la industria que la política consensuada con San Juan y La Rioja es elaborar el mosto acordado (no menos de las 150.000 toneladas que el mercado mundial le garantiza adquirir a la Argentina). Por ello, se explica aquí en ámbitos oficiales, que ‘Mendoza va a endurecer las medidas para producir la cantidad de mosto acordado y de esta forma no dejar ningún resquicio que le sirva a los especuladores y a los que insisten en hacer escurrido‘, advirtieron enfáticos algunas fuentes muy cercanas al gobernador Francisco Pérez.
Más allá de los voluntarismos y los intereses individuales de cada sector, lo cierto es que todo ese ruido metido en las líneas de los mercados -uva y precios- están presionando hacia arriba los valores de los vinos básicos que continuaron su consolidación en los mercados insinuando (la semana pasada se cerraron operaciones entre $1,20 y $1,30 por litro) con la obvia perspectiva de mejora para el precio de las uvas que comenzarán a moler próximamente los lagares.
Al panorama se le suma que los grandes operadores trasladistas están secando el mercado en esos segmentos apurados por estoquearse, según deducen algunos observadores. Mientras, los tintos se mantienen quietos en precios, los grandes embotelladores tienen stock y las ventas externas no los seducen por ahora (salvo los que operan en granel con tintos de calidad).
