Con la actitud propia de los que tienen hambre de gloria, de los que quieren ser y con un hockey simple y efectivo, Mozambique venció a Brasil por 9 a 6 y dio un paso histórico al convertirse en la primera selección proveniente del continente africano en meterse entre los cuatro mejores de un Mundial. Y lo hizo apoyado en figuras relevantes como Mario Rodrigues y Carlos Saraiva y con el empuje de todo un país que se había preparado para organizar este Mundial y que por esas cosas de la política deportiva se quedó sin nada.
¿Sorpresa y media en el Cantoni? Sí y no. Primero porque todos suponíamos que sería un trámite para Brasil el pasaje a las semifinales. Hubo displicencia en los sudamericanos que regalaron los primeros diez minutos y se vieron abajo primero 1-0 y luego 2-1.
En la segunda mitad de la primera parte, entre el oficio de Karam y el oportunismo de Didí pusieron las cosas en su lugar. El 4-2 con el que terminó el primer capítulo daba la derecha a la cátedra. Esa sensación se reforzaría en sólo 17 segundos (2m.40s. Cacau y 2m.57s. Didí) edificaban una temprana goleada.
Pero este Brasil con jugadores de mucha experiencia y muchos años, cometió el error de dormirse en los laureles y Mozambique con jugadores más jóvenes y muy concentrados, le empató el encuentro en siete minutos. Ente los 7m.14s. y los 14m.42s. los africanos volvieron a poner las cosas como en el principio.
Y por aquello de que “caballo que alcanza quiere ganar” y también porque el técnico Pedro Alves leyó mejor el partido que su colega Jordi Camps, toda la alegría cruzó el Atlántico y se situó en un Sureste africano.
El técnico de la sorpresa del Mundial se dio cuenta que a Brasil se le caían a pedazos las piernas cuando sus jugadores daban intensidad al juego con su movilidad. Puso a Rodríguez, de centro y desde su panorama y buen patinaje encontró la llave para dar vuelta el partido y volcar el marcador de un doloroso 2-6 a un lapidario 9-6. Ningún brasileño y posiblemente nadie en el estadio pensó que cambiaría tan rotundamente la realidad del encuentro. Ellos, ese grupo de muchachos vestidos de rojo, sí. Y su fe movió montañas. Salud Mozambique, bienvenido a la mesa chica del hockey mundial.
