Fue en mayo de 1884, la última vez que don Domingo F. Sarmiento estuvo en San Juan. Su estadía fue sólo por unos días, que fueron aprovechados al máximo, realizando tanto visitas a antiguos amigos y familiares, como concurriendo a diversos actos públicos. Se fue, sabiendo que esta sería la última vez que vería a su añorada tierra. Su salud ya estaba deteriorada, y anímicamente se sentía abatido, su espíritu había soportado varias circunstancias aciagas, como fue la muerte de su querida madre, de su apreciado hijo Dominguito, sumándose también el crimen de La Rinconada, donde su entrañable amigo Antonino Aberastain fue cobardemente fusilado. No obstante nunca dejó de realizar actividades, tanto físicas como intelectuales. Por su precario estado de salud se le aconsejó evitar los crudos inviernos porteños, decidiendo entonces viajar -por su buen clima- al Paraguay, yendo en dos ocasiones, primero entre julio y octubre de 1887, y luego a partir de mayo de 1888.
En su último viaje va a bordo del vapor "Cosmos” acompañado por su hija Ana Faustina y su nieta María Luisa, así va rumbo a Asunción de manera definitiva. A varios amigos y familiares les confiesa que el tema de la muerte no lo angustiaba, más que esta cuestión, lo mortificaba el pesar de no haber sido nuevamente presidente, de ahí que expresó con tristeza "¡Ah, si me hicieran presidente!, le daría el chasco de vivir diez años más".
En la capital paraguaya se instala en una pequeña casa dependiente de un antiguo hotel. Allí pasa el tiempo pensando en nuevos proyectos, amenizando estas labores con trabajos campestres y hasta organiza un picnic colmado de buenas comidas y vinos. La temperatura cálida de la capital paraguaya lo repuso de sus achaques respiratorios, emprendiendo una serie de trabajos diarios, a la vez que escribe muchas cartas, especialmente a amigos sanjuaninos. Mucha gente va a visitarlo, como Aurelia Vélez Sársfield, el amor de su vida.
Pero los pronósticos fatales sobre su salud no se demoraron. Al llegar septiembre sufrió una recaída siendo preciso sentarlo en un sillón para calmarlo. Llegado el día 8 su salud experimentó una ligera recuperación, a tal punto que recibió otras visitas. El día 10 los médicos dieron a conocer un parte, en el que expresaban que su vieja afección cardiaca se había acentuado, siendo su estado muy grave. Llegado el día 11 de septiembre a la madrugada exhaló su último suspiro. Murió en una especie de catre de hierro, rodeado de sus familiares, a posterior, según las costumbres de la época, fue fotografiado postmorten, sentado en un sillón.
