Que cuando una mujer se propone algo lo logra, no caben dudas. Es justo en el momento que encuentran el tiempo, el valor y el coraje necesario para emprender tareas que quedaron pendientes, volcarse a pasiones que se despiertan por algún motivo o simplemente deciden sentirse bien. Así se lo propusieron y lo lograron una treintena de mujeres que optaron por la danza no solo para lograr mejor estado físico, sino que además se animaron a formar el ballet "Mujeres audaces", dirigido por la profesora Andrea Pereyra Baisen. Como si eso fuera poco a fines del año pasado obtuvieron el primer premio en ritmos latinos en su categoría en el concurso Al Danzar.
¿Qué tienen de audaces?, es la pregunta obligada. La respuesta es que ninguna de ellas estudió danza y mucho menos técnica clásica; que la mayoría supera los 40 y también los 60, y que sin complejos se animaron a ponerse can can, torso, zapatillas de baile, pestañas postizas y hasta tomaron cursos de maquillaje y arte escénico para realizar presentaciones públicas.
Este grupo de bailarinas toma cuatro clases semanales en Mantra, una institución dedicada al arte y al desarrollo personal con sede en calle Ameghino antes de avenida Central.
Todo comenzó cuando la mamá de Andrea Pereyra Baisen, María José (60), psicóloga de profesión, le pidió que le diera unas clases a ella y a un par de amigas que tenían ganas de mover el cuerpo y les parecía que bailar era lo más divertido. Sucedió lo menos esperado, Andrea no quiso, pero afortunadamente por muy poco tiempo. La convencieron porque ya eran cinco las potenciales asistentes y una de ellas ofrecía un espacio en su casa.
De ese hecho han pasado cinco años y las integrantes permanentes son más de treinta.
"Desde un principio quise que la gente se encuentre no solo con una actividad a realizar, sino con una forma de conectarse con su cuerpo, con sus deseos, con sus errores y virtudes y lo que es más rico, con otra gente con grandes diferencias e increíbles coincidencias en la vida", dice Andrea, quien asumió este emprendimiento con la firme convicción que le dieron sus primeras alumnas.
Adriana Flores Fa (46), es abogada y luce un cuerpo visiblemente trabajado, pero en la danza comenzó hace menos de un año.
"Siempre pasaba por Mantra y pensaba en quería entrar hasta que me animé. Me enganché con el grupo, con la profe, con la música y si tengo que elegir un ritmo me quedo con todos", dice.
Ninguna hubiera imaginado usar can can de bailarina, o enfundarse en trajes para representaciones o comedias musicales. Mucho menos usar inmensas pestañas postizas o realizar talleres para aprender a maquillarse para escenario, otros de teatro y hasta de puesta en escena. Pero lo hicieron.
"Estoy desde el principio y la verdad es que no cambiaría esta actividad por nada del mundo. Me sirve para estar bien y me divierto mucho, aunque creo que la profesora pierde talento con nosotras porque arma unas coreografías maravillosas que después nosotros hacemos como podemos. Ella nos tiene fe", dice entre risas Alejandra Más.
Todas sostienen que "es una cuestión de actitud", y así lo viven.
El Cha cha chá con el que ganaron el primer premio en Al Danzar, se ha constituido en un himno para las chicas, aunque en este caso no se quedan solemnemente de pie si no que mueven el cuerpo al ritmo de la música.
Mirta de Rodríguez (60) es maestra y asegura que es una verdadera terapia para sentirse bien.
Sandra Belelli (41), otra de las bailarinas, es profesora de inglés y cuenta que nunca practicó danza a tal punto que cuando tenía 6 años su mamá la llevó a una clase y sólo lloró. "Por supuesto nunca más fui", cuenta.
Ella destaca que si bien es un grupo en la que se lo pasa muy bien, "también se trabaja muy a conciencia y duro cada vez que vamos a participar de una competencia o a realizar una presentación".
Andrea, la profe, refuerza el concepto y asegura que "las clases son divertidas pero cuando se trabaja para presentarse en público somos muy estrictas".
Las clases están pensadas con un formato a través del cual cada ritmo musical identifica una parte del cuerpo, como el árabe con las caderas o la danza brasilera con los brazos, entre otros. Esa diversidad de ritmos facilita el contacto con el cuerpo y va sacando lo mejor de cada una.
Si bien los ritmos latinos son uno de los puntos fuertes del grupo, también el jazz, el tango y las danzas árabes forman parte de las preferencias y siempre aplicando técnicas de baile clásico.
"He tenido mucha suerte en poder lograr lo pensado. Ahora puedo disfrutar de un trabajo que me da gratificaciones todos los días al ver como mis alumnas llegan con ganas de hacer la clase, de charlar, de dejar todo lo que traían en la cabeza en la puerta y entregarse prácticamente en mis manos para hacerlas hacer cosas inimaginadas", dice Andrea.
Así más de treinta mujeres de diferentes profesiones y actividades han tomado la posta para demostrar que siempre se puede, y si es con ritmo, mucho más.
