– ¡Passé, passé y giro! grita la coreógrafa

– ¿En el 3 abrimos los brazos?, pregunta una mientras relojea a la de al lado.

– Sí. ¡Dejen de charlar! De nuevo, 1, 2, 3 ¿Está claro? ¿Lo podemos hacer con música?

En el escenario, una treintena de bailarinas se mueve con prisa hasta ocupar sus lugares. Cuando suena la música, sus cuerpos -rellenitos, delgados, altos, bajos, jóvenes y añosos- comienzan a danzar. Y sus ojos, a brillar. No son bailarinas profesionales. Pero tampoco mujeres comunes. Son… mujeres audaces, tal como se bautizaron hace ya cinco años estas sanjuaninas de entre 26 y 62 años, que alentadas por sus pares y por la profe del Instituto Mantra -al que acudieron para mantenerse en forma o desenchufarse- se animaron a integrar un ballet y a subir a un escenario. Y esta vez, por primera vez, al del Teatro Sarmiento, que a partir del viernes recibirá sus Historias, un show -no falto de humor- que habla de las cosas que les pasan a todas las mujeres. Amores, rutinas, engaños, ilusiones… todo bien armado con textos originales que introducen cada cuadro, y un equipo de profesionales que en paralelo se ocupa de la escenografía, las luces y los nueve cambios de vestuario.

Psicólogas, fonoaudiólogas, abogadas, kinesiólogas, empresarias, docentes, amas de casa… ninguna, jamás en sus vidas, pisó un estudio de danza. Aquí los battements no alcanzan los 180 grados, ni pululan las piruetas dobles. Pero sobran las ganas y la camaradería. Y un respeto a las tablas que la profe marca con ahinco, y al que ellas responden dando todo de sí. Tanto que más de una hasta se pavonea con algún achaque fruto del entrenamiento, porque "las bailarinas siguen igual", repetirán la premisa.

"Técnicamente hay mucho por lograr y tienen sus limitaciones, obvio, pero no las dejo hacer el ridículo en el escenario. Les exijo a full, me enojo mucho, las peleo, las hago ir a las 8 de la mañana, las llamo los domingos…", dispara rotunda Andrea Pereyra Baisen, bailarina egresada del Pavlova y perfeccionada en Estados Unidos, directora e ideóloga de este "Mujeres Audaces" que armó cuando su propia mamá, una psicóloga hoy de 62 años, le pidió junto a unas amigas -después de ver el film Bailamos- que les enseñara a bailar. Primero fueron 4 las que se juntaron en una casa, al año siguiente eran 18 y así fue creciendo el elenco, que abre sus puertas cada dos años y que incluso ha ganado premios en certámenes de danza.

"Empiezan como una terapia, para divertirse, pero después les despunta la veta artística mal", cuenta Andrea, quien tampoco podrá contener las lágrimas una vez que su creación sube a escena.

"Es muy fuerte, para ellas y para mí. Todas hacen un sacrificio enorme. Además de los prejuicios, deben dejar la logística de sus casas armada y sacarle tiempo a sus familias, a su descanso… Además ellas mismas se sorprenden de lo que logran. Es muy gratificante", se explaya la directora en medio de un parate, donde el bullicio, las bromas y las risas se apoderan del teatro.

Llamados a casa o a los chicos para ver si todo está en orden, algún marido que pasa a curiosear y un parloteo tan inevitable como casi ingobernable se apagan para volver a las tablas. Un grupo baila un tema de Alejandro Sanz y, al terminar, las que esperan abajo chiflan, aplauden, se felicitan.

"Es un muy buen grupo ¡Lo que se divierten! Se ríen, juegan, disfrutan, cosa que no se da en los ballets profesionales", aclara la profe mientras sus "chicas" -que deben cumplir con clases y ensayos rigurosos, donde aprenden desde ritmos latinos hasta técnica clásica- se preparan para el "gran día".

"Con descaro y la audacia como alianza, voy por la vida robando botines de pasiones (…) Prefiero mil veces ser víctima de la crítica, que caminar por la calle libre de valentía", dice uno de los textos -casi autobiográficos- previos al "Tango del pabellón", que las Mujeres audaces bailarán con cuerpo y alma.