La imponente oleada de las industrias culturales de Japón llegó al país a fines de los 70 y principios de los 80. Las series de animé (animaciones de televisión) ingresaron al mercado a través de programas de culto como Mazinger Z, Robotech, Meteoro y Cobra. Pero en los 90, explotó con el manga (historieta japonesa), los videojuegos de consolas y de computadora, películas, soundtracks y clásicos animés como Dragon Ball Z, Caballeros del Zodíaco, Sailor Moon, Beta X, Inuyasha, Detective Conan, Samurai X, Ramma1/2, entre un sinfín de títulos. Tal fue la fascinación que provocaron, que pronto comenzó a gestarse un movimiento cultural conocido como "otaku’ (fan), integrado por seguidores de todas las edades y estratos sociales, que comenzaron a armar sus propios espacios (como el Fantabaires, entre otras convenciones de cómics que surgieron en Capital Federal). Espacios que fueron el caldo de cultivo del movimiento Otaku en Argentina, donde San Juan no fue una excepción. En el 2009, un grupo de no más de 11 jóvenes que se juntaban en la Plaza España, hacían sus reuniones con picnic mediante y compartían sus aficiones. Haciendo honor al ‘árbol caído’ cerca del cual armaban sus tertulias, se bautizaron Ochitaki. Pero en Ochitaki se sintió la necesidad de lograr un encuentro que congregara a la incipiente comunidad otaku sanjuanina. Y así nacieron los Otaku Yoobi (día del fan), que son celebrados anualmente (el último fue del domingo pasado y convocó a más de 1.500 personas) y que ya pisa fuerte en una agenda nacional donde figuran el Mendotaku (en Mendoza, el más grande que hay en Cuyo) y el reciente Comicópolis (que está en Tecnópolis), por citar un par.
En la comunidad -donde es muy común escuchar palabras como kawaii (se usa cuando se ve algo lindo o tierno), arigatoo (para decir gracias) o baka (que significa tonto)- hay otakus que se encargan de realizar las descargas por la red de nuevas series que van saliendo en Japón y luego las traducen con subtítulos en castellano; se los llama fansub. Editan videos personalizados (AMV) o reversionan historias propias y dibujadas a partir de los personajes originales. También suelen organizarse torneos con juegos de Street Figther, Teken o Dragon Ball Z Budokai en la Play 3, ya sea en duelos de uno contra uno, por equipos o en modo multijugador. Otros prefieren hacer estas batallas pero con las figuras miniaturizadas del Heroclixz; y de igual forma sucede en los juegos de cartas. También están los que gustan coleccionar personajes, escuchar música, hacer karaoke o covers de animesongs (bandas de sonido de animé o de un OVA), ya sea completos o sólo openings y endings -aperturas y cierres-, como lo hizo en San Juan la joven Hitomi, una joven cantante porteña que es ya toda una celebridad en el país.
Pero sin dudas, la principal atracción de un encuentro otaku, es el cosplay (contracción de "costume play’ o "juego de disfraz’). "Cosplayarse’ es más que un disfraz. Es sentirse ese personaje al que se replica con accesorios, trajes, peinados y caracterización. Ellos participan en concursos para mostrar su mejor performance y son siempre el blanco de las cámaras fotográficas. Los hay de todo tipo, de personajes de animé, de cómic americano, de videojuegos (cosplay gaming), films y de artistas ficticios, originarios de productos japoneses como el Vocaloid. Y no sólo en eventos otaku aparecen como estrellas, porque también son llamados para animar cumpleaños de 15.
Paula Balmaceda, miembro fundadora del grupo Ochitaki y propietaria de Atellier Cómics (una de las tiendas más reconocidas de la ciudad) cuenta que al hacer un cosplay "aprendés como vive y qué piensa ese personaje que te gusta o admirás, por un simple parecido, por diversión o por querer trasladarlo a la vida real’. Ella es la que también define que en este universo (cada vez menos under), el buen otaku no es aquel que tiene la mejor colección, el mejor traje o mejores conocimientos de series y personajes; sino "aquel que comparte su conocimiento, sus colecciones y aconseja a los demás’.
Fuera de ese escenario, los otakus reconocen que a veces el término es usado de modo peyorativo, para descalificar; algo equivalente a "geek’, "friki’ o "nerd’. Y no faltan aquellos que, por prejuicio o desconocimiento, los señalan como gente que "pierde tiempo y dinero’ o que ‘no tienen algo mejor que hacer’. Muy lejos de esos conceptos, los otakus -que prefieren ser considerados más como una expresión cultural que como una tribu urbana- saben que son una comunidad en expansión, donde se respira un ambiente de amistad y respeto, y que pregona la buena convivencia con otras expresiones culturales.
FOTOS MARCOS CARRIZO
