Angel Osvaldo Pereyra -simplemente el Chivato, para los futboleros sanjuaninos- era uno de esos delanteros de punta (wines, como les decían) que ganaba fácil por su costado. Rapidísimo. Zurdo hábil, encarador y atrevido. Entrando la década del ‘70, con 18 años, ya era figura del fútbol sanjuanino. Tanto, que desde su querido Colón Junior pasó a San Martín, donde jugó el Torneo Nacional. Tan bueno fue ese momento para él, que Labruna se lo llevó a Talleres de Córdoba. Después quiso hacer lo mismo para depositarlo en el inolvidable River del ‘75, pero el Chivato se fue al Sur del país. Allí brilló como jugador en el Bancruz y en San Lorenzo de Río Gallegos. Allí lo bautizaron “El Lobo”. Fue ídolo total en Santa Cruz.

Antes de ayer a la madrugada, un 23 de abril, con 59 años, murió tras una prolongada enfermedad. El Chivato jamás olvidó a las muchachadas de los Barrios Estrada y La Fraternidad. El año pasado estuvo de visita. Todos lo recordaremos. No sólo por gran deportista sino por una inmensa persona de bien. Chau Chivato. Tus gambetas llegaron hasta el cielo.