La sensibilidad especial de los artistas y, quizá también los avatares que padecen para poder vivir de su arte, sean las causas que los lleva a ayudar a grupos que más lo necesitan. Al menos ésto motivó a Rody Beatrice a asistir en forma voluntaria a chicos que no tienen acceso a la cultura y están muy cerca de la droga u otros peligros sociales que dañan su futuro. Así llegó al Quinto Cuartel con la Asociación Suyanamarca (Esperanza de Pueblo), para enseñar percusión a jóvenes entre 7 y 14 años del lugar, aunque también participa de otras instituciones que persiguen fines similares.
"Me considero un militante de la cultura y sostengo que hay que generar conciencia sobre el arte como una herramienta de cambio social. La música en este caso les permite acercarse a otras posibilidades a sentir que pueden hacer cosas y alejarlos de otros peligros", sostiene Rody.
Esta Escuela Popular de Arte funciona en el Club Deportivo Picón, cuyos directivos facilitan desde hace un año un salón multiuso donde los chicos de la zona y de hogares de la Secretaría de la Niñez, aprenden danza y realizan otras actividades artísticas de la mano de la asociación.
El voluntariado de Rody nació hace muchos años cuando acompañó a Mario Robledo a la Villa Lourdes para dar una función de títeres. Esta historia le cambió la vida. "Si bien uno tiene que hacer mil cosas e ingeniárselas para ganar un mango con lo que a uno le gusta hacer, también pude observar lo importante que era para la gente el acercamiento al arte, y como los chicos, principalmente, pueden encontrar sus propios valores", dice Rody, quien es enólogo de profesión, pero decidió dejar el diploma en el recuerdo para vivir de lo que más le gusta que es la música.
