Adelante, una, atrás, otra. El modelo argentino que había logrado ese difícil equilibrio entre poderío ofensivo y flaquezas defensivas se rompió en el partido más trascendente del Mundial. Y, como había pasado antes contra Brasil en Rosario por las Eliminatorias o contra Bolivia en la altura de La Paz, Argentina fue presa fácil para un equipo con espacios, poder de gol y de extra, la ventaja de haber arrancado el partido con un gol desde los vestuarios. Ese fue el combo mortal para las pretensiones en celeste y blanco de meterse en las semifinales. El principio del fin porque si atrás, das todas las ventajas juntas, por más goles que tengas adelante, las cuentas no cierran. Argentina fue dos en uno y eso, en el fútbol, cuando no hay equilibrio se paga con palizas como las que le dio Alemania ahora, como la de Brasil hace un tiempo y como la de Bolivia yendo más atrás en el tiempo.

Pero claro, lo que importa es el "Naufragio en Ciudad del Cabo", título para la película de terror que protagonizó Argentina en el Green Poin. Nunca pudo acomodarse. Nunca se soltó. Mérito del rival y errores propios. Hoy, con el diario en la mano, crucificar a Nicolás Ottamendi sería la más sencilla. Porque el pibe de Vélez se apichonó. Lo superó el escenario, aunque en su defensa se puede decir que el fondo nacional y el banco nunca supo cómo protegerlo, sabiendo de sus errores. Le pasó la misma que contra Brasil en Rosario. Pobre Ottamendi. Esa noche en el Gigante de Arroyito no pegó una. Ahora, en Ciudad del Cabo, destiñó todo lo bueno que había edificado desde su inclusión ante Grecia. Pero ojo, no fue el dueño de la derrota. Que quede claro. Alegar que no tuvo en el ida y vuelta de Maxi Rodríguez algún salvavidas para que se parara mejor. Maxi nunca fue en su auxilio. Lo dejó expuesto y con dos marcas y mucho terreno por cubrir, Ottamendi terminó siendo la puerta abierta para cada incursión alemana. El punto más flaco de un fondo que no ofreció garantías.

Demichelis hizo lo que pudo. Salió a cubrir demasiado solo y con su lentitud a cuestas, terminó quedando mal parado. Como le pasó en la final de la Champions ante el Inter, cuando lo sacaron afuera del área, pagó y Alemania se lo hizo muy bien. Burdisso intentó tapar desde su prolijidad todas las falencias argentinas. Cerrando sobre las espaldas de Heinze que fue mucho y se equivocó demasiado con la pelota, ofreciendo ambiente para la contra alemana. Del fondo, el ex-Boca terminó siendo lo más rescatable.

Y claro, capítulo aparte para Heinze. Un abanderado del coraje al que le faltan recursos pero le sobra corazón. Eso, nada más que eso.

MUY SOLO

Arrigo Sacchi había definido a Maradona DT como un revolucionario. Dijo que Argentina era el único que jugaba 4-1-5 tácticamente. En ese dibujo, el 1 solito era Mascherano. Un león que se come la cancha pero que no se puede multiplicar o clonar. Contra Alemania, el comienzo en falso lo terminó dejando aún más solo. El capitán caminó por la cornisa de una expulsión porque ni Maxi Rodríguez ni tampoco Angel Di María le ofrecieron colaboración para replegarse, para recuperar. Mascherano hizo lo que pudo y sufrió la soledad de un modelo que arriba, no tuvo gol para el equilibrio. Los volantes externos no pesaron en el ida y vuelta y eso es elemental. Por ahí, pasó tal vez la razón por la que en el fondo, Argentina sufrió tanto.

De Messi, Tévez e Higuaín poco se puede decir. Alemania se supo cerrar con la ventajas y con un ordenado sistema defensivo fue neutralizandolos. A Messi, triplicándole la marca y a Tévez llevándolo al uno contra uno donde el Apache dio ventajas por su contextura física. Al Pipita, lo metieron entre las dos torres de sus centrales y lo condenaron.

Un párrafo aparte merecen los tiempos del banco de suplentes. Faltó reacción, se podría decir. Si Ottamendi sufría el partido cuando le abrían la cancha, porqué no entró antes un lateral. El cambio era cuando el partido estaba 0-1 pero el técnico argentino recién lo hizo cuando ya estaba 0-2 abajo y con 25′ para el milagro. Faltó reacción. Faltó coraje para hacerlo antes. Después, con Pastore y Aguero y con el tablero 0-3, jugado y ya sin fichas, el coraje no hacía falta. Alemania había consumado el naufragio argentino. Una película que ya vimos y que en Sudáfrica se repitió en la peor hora y el momento menos indicado.